lunes, 23 de febrero de 2015

II Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 01/03/2015. Marcos 9,2-10

   Las lecturas de hoy aparecen unidas por la palabra "Hijo". El hijo de Abraham, el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.

   En la primera lectura (Génesis, 22, 1-2.9-13.15-18) se relata la historia de Abraham que va a ofrecer a Dios a su único hijo. En aquellos tiempos había sido frecuente que, por la mentalidad de las gentes, se sacrificase a los dioses algún hijo. Como es lógico, Dios no quiere esa práctica. En esta lectura, se reflejan el recuerdo de la antigua práctica de los pueblos no judíos por contraste con lo que  Dios de verdad espera de nosotros. Es la fuerza de las ideologías que se esconden y justifican bajo un rasgo piadoso de amor a Dios. En nuestra Iglesia cristiana católica se han ido introduciendo ideologías, como el mismo Francisco ya ha indicado y que es necesario desterrarlas cueste lo que cueste. A menudo, estas ideologías se presentan como verdades de fe, cuando en realidad no lo son. No nos asustemos, pues, cuando estas ideologías se vayan desvelando poco a poco. La fe en Dios es un gran tesoro. Nunca la perdamos. En nuestra oración y en la vida, sepamos decir como Abraham: "Aquí me tienes, Señor".

   La segunda lectura, de la carta de Pablo a los Romanos (8,31b-34), no se refiere al hijo de Abraham sino al Hijo de Dios que sufrió una muerte verdaderamente atroz, amando al Padre hasta el final. En el Hijo, Cristo, tenemos el gran defensor. Tanto amó al Padre, que éste le permite defendernos hasta el final. Es una forma de hablar. Dios nos justifica, nos perdona y nos ama de verdad en Cristo Jesús.

   El evangelio de este domingo es el de la transfiguración del Señor. Debemos tener en cuenta como representaban en el judaísmo apocalíptico a los judíos. Lo hacían como transfigurados que iluminan como un cielo radiante y como el conjunto de estrellas. Las vestiduras blancas y destellantes sirven para representar a los bienaventurados. El redactor de este evangelio presenta la transfiguración en un monte alto y no dice su nombre. Aunque fue corriente decir que en el monte Tabor, sin embargo se han expuesto fundadamente otros nombres. Literariamente, las teofanías o manifestaciones de Dios suceden en un monte alto, generalmente. Estamos inmersos en una atmósfera divina. Es el significado profundo del relato. Jesús es el justo y el bienaventurado por excelencia. Pero, además, está dentro de dicha atmósfera divina, pertenece a la divinidad. Lo que nos interesa del texto de hoy es el significado teológico de esta perícopa de la transfiguración. En ella se presenta a Jesús como faro que promueve nuestra expresión de fe y muestra disposición de seguir a Jesús por el camino de la cruz, para encontrarnos al final con él resucitado. Posiblemente los discípulos tuvieron más de una vez la experiencia de encontrarse con Jesús transfigurado, viviendo la vida íntima del Padre Dios en aquellos profundos momentos de nocturnos de intensa oración, en plena naturaleza, en el monte.

   Seamos también nosotros personas de oración profunda.

   Compromiso:
   Practica la oración y aprende a quedarte diciéndole a Dios que lo amas. El amor a Dios siempre va unido a ayudar a los demás, empezando por el más cercano.

 
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