lunes, 27 de diciembre de 2010

II Domingo después de Navidad. 02/01/2011. Ciclo A. Juan, 1,1-18.

   El evangelio de hoy es el comienzo del evangelio de Juan. Dentro del Nuevo Testamento, es el trozo más estudiado y documentado. Es una síntesis de toda la teología cristiana. Nos recuerda la tienda del tabernáculo donde se manifestaba la gloria de Dios entre los judíos. También, nos dice el evangelio de hoy, Dios acampó entre nosotros, plantó su tienda y hemos contemplado su gloria.

   Ese Dios que toma existencia humana, dice el evangelio de hoy, nos hizo capaces de hacernos hijos de Dios. Todo ideal de hombre que no lo eleve a la altura de ser hijo de Dios, de ser amado de verdad por Dios, es un ideal que mutila el proyecto de Dios sobre el hombre.

   El que nace está capacitado para realizar la misma actividad que sus padres. Como hemos nacido de Dios, él nos capacita para hacer sus propias obras. Dios es ímpetu que impulsa al hombre a realizar obras de Dios. Y el único mandamiento que Jesús nos prescribe es el amor de unos a otros, igual al amor con que él nos ama.

   A los que mantenemos la adhesión a su persona, a la persona de Jesús, vislumbramos cual es el obrar de Dios. Dice Juan, en este evangelio, que la Palabra Divina acampó entre nosotros. Se trata de la imagen de una tienda de campaña. Todos estamos en un camping y nos llama la atención una tienda nueva y sorprendente entre todas las demás. Necesitamos recordarlo cada año, pero ahí está siempre. Es una tienda de campaña como la nuestra, de frágil como la nuestra, pero que está habitada por un ser especial. Es necesario que todos los que estamos en las otras tiendas miremos la de Jesús como referencia. De ella salen una gloria y una luminosidad que sólo pueden tener origen en Dios. Para experimentar esa gloria y esa luminosidad es necesario situarse al lado de Jesús que se ha quedado en la eucaristía. Recibiendo a Jesús tenemos las mismas experiencias que él tiene y que son experiencias divinas. Quienes las descubren crecerán y se sentirán cerca de Dios, agraciados por él.

   Dice Juan el evangelista que hemos contemplado su gloria. Ha desaparecido, pues, la distancia entre Dios y el hombre; su luz será quien guíe a los hombres en la noche de la tiniebla. Sólamente Jesús, Dios engendrado, puede expresar lo que Dios es. Jesús es la explicación de Dios. Jesús no enseña con una teoría; enseña experimentalmente. Su propia vida es un ejemplo de cómo es Dios.

   Práctica:
   Saber captar la experiencia de Dios que nos trae Jesús.

lunes, 20 de diciembre de 2010

La Sagrada Familia. 26/12/2010. Mateo, 2,13-15,19-23.

   Vemos hoy que, por temor a que el rey Herodes mate al niño Jesús, José obedece al ángel que lo avisa en sueños y, cogiendo al niño y a su madre, huye a Egipto y allí permanece hasta que lo avisa de nuevo el ángel para que vuelva a Israel, una vez muerto Herodes.

   Los primeros cristianos tienen muy viva la conciencia de que Dios orienta los grandes rasgos de la historia y que, por lo mismo, Cristo había estado presente a lo largo de la misma historia de Israel. Es algo parecido a lo que experimentan muchos cristianos que tienen una viva fe religiosa. Pueden tener sus más o menos grandes problemas en la vida, pero siempre terminan diciendo que han experimentado la mano de Dios en medio de las dificultades. Como afirmaba una mujer sencilla, pero de gran fe: "Diosito nunca nos abandona".

   También el evangelista Mateo ve que Dios está metido detrás de la historia y, tan es así, que ya ve predicha la marcha de Jesús a Egipto unos 750 años antes de Jesucristo. Por eso cita al profeta Oseas cuando dice "de Egipto llamé a mi hijo" (Oseas, capítulo 11, versículo 1). Oseas se refiere a Moisés y, por extensión, al pueblo de Israel al cual Moisés liberó de la esclavitud en Egipto. Como Moisés liberó de la esclavitud a su pueblo, así Jesús nos libera de la esclavitud del pecado. La mayoría de los eruditos dudan que sea histórica la estancia de Jesús en Egipto.  Sería, más bien, un género literario usado por el evangelista Mateo para explicar, con la mentalidad de aquella época, el verdadero significado de Jesús.

   En las navidades, es aquí donde debemos ahondar ¿Qué significa Jesús? Jesús es nuestra auténtica liberación. El nos hace descubrir el gran amor que Dios nos tiene. El nos libera del temor del pecado. Aunque somos pecadores, por la fe en Cristo nos volvemos, una y otra vez, hacia Dios, que nos llena de su inmenso amor. No nos condena. Nos ama sin límites. Esto significa que Jesús nos liberó de la esclavitud del pecado. Según la forma de pensar de los israelitas, nos liberó de la esclavitud de Egipto.

   Y dice el evangelio de hoy, que José cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Por temor a Arquelao, sucesor de su padre Herodes, no se queda allí y se establece en un pueblo llamado Nazaret, perteneciente a Galilea. No olvidemos que el evangelio de hoy se desarrolla todo él en familia.

   Compromiso:
   Acostúmbrate a ver a Dios en la historia y, sobre todo, en la historia de tu vida.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Domingo IV de Adviento. 19/12/2010. Mateo, 1,18-24.

   El evangelio de hoy, Mateo, 1,18-24, así como el de Lucas, 1,26-38, pertenecen al género literario llamado "anunciación". A partir de Pío XII y, en concreto, del Vaticano II, los géneros literarios en la Biblia y, por tanto, en los evangelios, deben ser tenidos en cuenta para una correcta interpretación de los textos sagrados. Hoy día no puede reducirse la predicación a un ser buenos y practicar la religión. Es necesario que los progresos de la teología, debidamente explicados, lleguen no sólo a las aulas universitarias sino, también, a los bancos de la iglesia. Hoy día, el creyente se encuentra con muchos enemigos y, en concreto, con el ateísmo organizado. Por esta razón el cristiano está obligado, en lo posible, a saber dar razón de su fe.

   Al comienzo, afirmaba que el evangelio de hoy se inserta dentro del género literario llamado "anunciación". En este evangelio no debemos fijarnos en el dato histórico, no debemos buscarlo porque no interesa. Los primeros cristianos proyectan en este relato de José, que piensa abandonar a María porque la encuentra embarazada, proyectan digo, su propia fe en Jesús resucitado. En este evangelio a Jesús se le imponen dos nombres: el ya mencionado, Jesús, y el de Enmanuel. El primero significa que nos salvará de todos nuestros pecados, y el segundo, que es Dios-con-nosotros. Estos dos nombres con su significado expresan profundamente la fe de los primeros cristianos. Por todo ello, Jesús es Dios o la obra de amor del mismo Dios. Lo que nace de María, como en otras anunciaciones que aparecen en la Biblia, es obra de Dios.

   El mensaje que aportan los significados de los dos nombres y esta última afirmación, constituyen la enseñanza del evangelio que se comenta. Lo demás son datos cuya historicidad ni nos importa ni nos interesa. Lo único importante es el significado que Jesús debe tener para nosotros, como lo tuvo para aquellos primeros cristianos que supieron dar su vida como testimonio de fe. A José se le presenta como un hombre de bien, lógicamente, y puede servirnos de espejo.

   Compromiso:
   Que mi vida sepa ver en Jesús al que me salva de mis pecados y experimentar junto a él la presencia de Dios en nosotros.

martes, 7 de diciembre de 2010

Domingo III de Adviento. 12/12/2010. Mateo, 11,2-11

   Juan el Bautista está encarcelado y allí se entera de las obras que realiza el Mesías. Entonces, envía a algunos de sus discípulos para que interroguen a Jesús preguntándole si verdaderamente él es el mesías que ha de venir, o si tienen que esperar a otro.

   El hecho de que Juan se encuentre en la cárcel puede sugerir que de la actividad de Jesús espere su propia liberación, si realmente Jesús es el mesías.

   Jesús pide a los emisarios de Juan que vuelvan y le digan lo que están viendo y oyendo: "los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el evangelio". Aunque en este pasaje caben verdaderas curaciones, también se puede interpretar de forma metafórica, como un ver y un oir espiritual; o como una invalidez que les impedía caminar y resucitar a las vivencias espirituales de un acercamiento a Dios. Lo cierto es que las gentes oyen y se unen al mensaje de Jesús. Por esta razón añade que a los pobres se les anuncia el evangelio.

   Interpretado así, la respuesta que Jesús envía a Juan Bautista da pie para realizar unas reflexiones. Podemos preguntarnos: ¿estamos ciegos para comprender signos de los tiempos como nos manda el concilio Vaticano II? Sin duda, hay hoy día signos de los tiempos que fueron correctos en algún momento de la historia de la iglesia. Y si en otra época fueron correctos evangélicamente, ¿por qué no pueden serlo hoy, aunque las normas de la jerarquía sean otras? El evangelio debe estar por encima de todo y la jerarquía no debe ser obstáculo para que anide en el alma de las gentes, según los signos de los tiempos. Pero, para ello, es necesario tener una mentalidad abierta evangélicamente, pues una mentalidad conservadora puede hacer mucho daño a la iglesia y a las personas.

   ¿Estamos sordos a la voz de Dios o nos dejamos invadir por ella? ¿Echamos de nosotros la oscuridad y dejamos que entre la luz para alejar de nosotros la lepra del espíritu y así quedar limpios? ¿Somos espiritualmente paralíticos?

   Estas y otras preguntas podríamos hacernos.

   Jesús, a continuación, hace una preciosa alabanza del Bautista.

   Vida práctica:
   En este comentario encontrarás la posibilidad de unas bonitas reflexiones.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Domingo II de Adviento. 05/12/2010. Mateo, 3,1-12

   Hoy se nos presenta a Juan Bautista predicando en el desierto, cerca del río Jordán. Allí pide la conversión de la gente. Juan era de familia sacerdotal rural. Su lenguaje y las imágenes que emplea reflejan el ambiente campesino de una aldea. Según bastantes autores, este sería el único dato que puede ser aceptado como histórico, del material que nos aporta Lucas sobre la infancia de Juan en su primer capítulo.

   Juan, por su vestido y, sobre todo, por la correa de cuero que lleva en la cintura, se identifica con el profeta Elías. Este, que había de volver como precursor del Mesías, está, pues, personificado en la persona de Juan. El alimento de éste no era extraordinario. Los saltamontes se vendían también en los mercados.

   El Bautista predica: "Enmendaos que está cerca el reinado de Dios". La enmienda consiste en que cambiemos de actitud con relación a las demás personas. Es necesario adoptar una postura de justicia y comprensión. La enmienda, para que sea real, lleva consigo el arrepentimiento, pero se diferencia de la conversión. Esta no se refiere sólo al trato con los demás, sino que incluye la vuelta a Dios. La conversión se expresará por la fe o adhesión a Jesús, que pronto entrará en acción. Estas ideas conviene tenerlas claras, pues la traducción que aparece en el misal no es muy correcta.

   El bautismo o inmersión en el agua era un rito muy común en la cultura judía. Significaba la muerte a un pasado que quedaba, simbólicamente, sepultado en el agua para empezar una vida más cercana al prójimo y a Dios. El pasado de injusticia queda sepultado. El bautismo también se utilizaba en lo civil para significar la emancipación de un esclavo.

   Dice Juan en este evangelio que "ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego". Es decir, ha llegado el momento de arrepentirse que para muchos parece que nunca llega. Y, dice Juan que, detrás de él, viene uno que bautiza con Espíritu Santo y fuego. Cuando nos inunda el Espíritu Santo, nos llenamos de dinamita y fuego. Fuego divino que nos hace amar al prójimo y abrazarnos a Dios con una fuerza inenarrable. Este es el significado del bautismo cristiano. Bautismo que, bien cultivado, es capaz de llevarnos a la santidad heróica de una Teresa de Calcuta o, al menos, a una entrega significativa al prójimo y a Dios. Dos amores inseparables si son amores de verdad.
   

martes, 23 de noviembre de 2010

Domingo I de Adviento. 28/11/2010. Mateo, 24,37-44.

   Hoy dejamos a un lado el evangelio de Lucas que se leyó durante el año y nos viene un pasaje de Mateo. Nos habla de la venida del Hijo del hombre. Nos pone como ejemplo, el arca de Noé en la que unos entraron para salvarse del diluvio y otros quedaron fuera y se los llevó el agua.

   En el versículo anterior al evangelio de hoy, es decir, el 36, dice Jesús acerca de lo que sucederá, que nadie sabe cuando ha de ser; no lo saben ni los ángeles ni el Hijo, sólo el Padre. Esta ignorancia que manifiesta Jesús goza de gran credibilidad histórica, pues los primeros cristianos no lo habrían puesto si fuera mentira, ya que desdice de él. Existen varios criterios para determinar lo que es realmente histórico en los evangelios. El criterio que se aplica en este caso se llama el criterio de dificultad, por ser muy difícil para los cristianos ver ignorancias en Jesús, aunque sea como hombre.

   Saber estas cosas sobre exégesis bíblica haría a los creyentes personas más ilustradas y capaces para responder a los problemas que hoy pueden presentar los no creyentes. En los evangelios hay verdadera historia y hay criterios para investigarla. Las nuevas ideas de la investigación bíblica rara vez llegan a los bancos de las iglesias y esto es , hoy, muy necesario.

   El evangelio leído trata del fin, que puede ser el fin individual o el fin de la historia. Nos interesa el primero, porque, sin duda, no llegaremos al fin del mundo. Este trozo evangélico dice: "Estad en vela, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro Señor". Esta palabra, "Señor", es la clave de la interpretación. El Señor es Jesús resucitado, por lo que este evangelio hace referencia a los primeros cristianos que tienen determinados problemas. Antes de los primeros cristianos aún no podemos hablar de Jesús como el Señor, título que se le aplica como resucitado. Porque resucitó, es el Señor. Hay persecuciones para los primeros cristianos y como dice este evangelio, a un hombre se lo llevan y a otro lo dejan; a una mujer la llevan y a otra la dejan. Para dar ánimo a aquellos cristianos se recuerdan algunas de las cosas que predicó Jesús durante su vida y se hace con ellas una nueva redacción. Aunque no sean palabras literales de Jesús, se recoge en ellas la fidelidad que debemos profesar para con Dios. Sean o no sean tiempos de persecución.

   Compromiso:
   Reaccionar de forma parecida a la de un joven hace unos días: ¿váis contra la religión? ¡¡¡pues ahora yo vuelvo a ir a misa!!!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Domingo de Jesucristo Rey. 21/11/2010. Lucas, 23,35-43.

   En este evangelio se presenta a Jesús en la cruz en medio de dos malhechores y recibiendo toda clase de burlas, tanto de las autoridades, como de los soldados y de uno de los malhechores. Encima de la cruz había un letrero escrito en tres idiomas, griego, latín y hebreo. Decía el letrero: "Este es el rey de los judíos". El malhechor arrepentido decía al otro que insultaba a Jesús crucificado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nuestro castigo es justo, en cambio éste no ha faltado en nada". Y decía a Jesús: "Acuérdate de mi cuando llegues a tu reino". Jesús le responde: "Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso".

   Hoy, recordando el letrero puesto sobre la cruz, se nos presenta a Jesús como rey espiritual de cada uno de nosotros, individualmente, y de su cuerpo místico. Para los rabinos judíos la Biblia es un llamamiento a la acción. Y, para los cristianos, teniendo en cuenta las raíces profundamente judías de Jesús, también cuenta ese llamamiento a la acción. Así quiero enfocar el presente comentario al evangelio.

   En consecuencia, y siguiendo el método rabino sólo es necesario pensar y meditar en los sufrimientos atroces de Jesús, en su pasión y crucifixión, y en cómo siguió amando a su Padre Dios hasta morir. Además de pensarlo, meditarlo una y otra vez, es necesario asimilarlo, darse profundamente cuenta y sentir lo que puede ser continuar amando serenamente a Dios en situaciones tan dolorosas. Según la experiencia de muchas personas, es posible porque Dios ayuda, y nos da serenidad y una paz especial en medio de los terribles sufrimientos que a veces nos trae la vida. Sólamente el que ama de verdad a Dios es capaz de comprenderlo.

   Jesús amó al Padre hasta el final. El termina diciéndole: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

   Bajo el nombre de Dios y bajo el nombre de Jesús, se "agitan" muchas cosas, muchos pensamientos, muchas realidades. La vida seguirá su curso de alegrías, penas y sufrimientos. Pero, hay una realidad que se agita bajo la fidelidad a Jesús. Esa realidad nos inspira a buscar la belleza absoluta, la paz absoluta, la justicia absoluta y el amor desinteresado y absoluto. No lo conseguiremos totalmente, pero el amor verdadero a Dios nos hace tender hacia ello. Y, con el norte de esta brújula, manifestamos el reinado de Jesús cuya fiesta celebramos hoy.

   Propósito:
   No desaproveches la ocasión de seguir siendo fiel a Dios en las alegrías y en las penas.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Domingo XXXIII del tiempo ordinario. 14/11/2010. Lucas, 21,5-19.

   En el evangelio de hoy me referiré a aspectos relacionados con el Templo de Jerusalén, su destrucción y consecuencias de la misma para los cristianos. En la concepción judía, su Templo representaba a todo el universo, de manera que cualquier interferencia en sus rituales llevaría consigo una catástrofe cósmica.

   Se dan predicciones apocalípiticas en varios pasajes del Antiguo Testamento, como se ve en los libros de Daniel, Ezequiel, Esdras. El punto de mira de todas estas calamidades está en la profanación del Templo, que se considera un sacrilegio desolador y se refiere al rey helenista Antioquio Epifano que levanta en el mismísimo Templo, un altar pagano a Zeusen en el año 164 antes de Jesucristo, tal como se dice en el libro bíblico de Daniel, 9,27.

   El evangelista Lucas sustituye esta dicha profanación del Templo por el asedio a Jerusalén en el año 70 después de Cristo. Al menos, esto el lo que generalmente aceptan los críticos. Tan profanado queda el Templo que no queda en él piedra sobre piedra. Siendo como es la mentalidad judía, este suceso debe ir seguido de gran conmoción a causa de la profanación tan radical del Templo. Y tendrá también consecuencias en la evolución del cristianismo.

   Cuando muere Jesús en la cruz, tras los horribles sufrimientos por los que hubo de pasar, los primeros cristianos siguen participando de los cultos del Templo judío y, por tanto, en los sacrificios de animales. Pero, con la nueva visión cristiana, y el arraigo del bautismo junto con la eucaristía, los cristianos se van independizando de la obligación de acudir al Templo de Jerusalén y, finalmente, la destrucción total del mismo provoca una profunda reflexión cristiana para quedarse con lo más esencial.

   Sigamos este ejemplo de quedarnos siempre con lo más esencial. Y, para defenderlo, por tratarse de las cosas de Dios, al que debemos amar en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, es decir, todos los días de la vida, debemos estar siempre preparados. Dice Jesús en el evangelio de hoy que, por ser fieles, se nos perseguirá, se nos llevará ante las autoridades y se nos encarcelará e incluso se nos matará o, por lo menos, se nos odiará.

   ¡Vivamos siempre fieles a Dios! Sepamos valorar lo más esencial de nuestra fe: la vida en unión con Dios y con su enviado Jesús de Nazaret. Podemos prescindir de otras cosas que no son esenciales, aunque se hayan hecho costumbres. Pero, de la oración, de la unión con Dios, de la presencia amorosa de Jesús en la comunión, del mandamiento del amor a los demás, no debemos olvidarnos  nunca. El testimonio debe ser vivo entre nosotros y para con los demás, cueste lo que cueste.

   Práctica:
   Como ya se propuso alguna otra vez, releer pausada y reflexivamente el comentario evangélico.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Domingo XXXII del tiempo ordinario. 07/11/2010. Lucas 20,27-38.

   Unos saduceos, que negaban la resurrección, pero tenían la obligación de casarse con la mujer de su hermano cuando este moría sin hijos, le dicen a Jesús: "Si de siete hermanos muere el único casado, otro hermano debe casarse con la viuda. Pero, van muriendo los siete hermanos que dejan a la misma mujer viuda siete veces". Y le preguntan: "¿Cuando llegue la resurrección, de cual de ellos será la mujer?"

   Los saduceos, hombres religiosos, no entienden lo de la resurrección de los muertos, y Jesús les va a contestar aprovechando su fe religiosa y sus propias convicciones espirituales. Les dice que los resucitados, ante el Señor, son como ángeles, no se casan. Son hijos de Dios porque participan de la resurrección. Y, por si quieren seguir negando la resurrección, Jesús remata diciéndoles: "Que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en la aparición de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Yaceb". Pues Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para Dios todos están vivos aunque ya no estén en este mundo.

   Como vemos, en el evangelio de hoy hay fundamentalmente dos enseñanzas. Una, si se quiere denominar así, de tipo psicológico; la otra, es una enseñanza teológica. Respecto a la primera, Jesús no ataca a los interrogadores saduceos por el hecho de que no crean en la resurrección de los muertos. Jesús aprovecha simplemente la gran fe que tienen en Dios para llevarles a la creencia en la resurrección. Porque si Dios es el "Dios de todos", Dios no es Dios de muertos sino Dios de vivos. Dios de vivos aunque ya no estén en esta vida.  El evangelio no nos lo dice, pero seguro que aquellos saduceos, hombres de una fe viva, vieron con claridad cómo nuestra resurrección, o nuestra vida para siempre, es fruto de nuestra firme creencia en Dios.

   La enseñanza teológica del evangelio de hoy ya queda también manifiesta con lo dicho. Pero, debemos prescindir de problemas como el que plantean los saduceos: ¿cuál de los maridos se llevará a la viuda vuelta a casar en segundas o en terceras nupcias? Prescindamos de simplezas. Jesús nos dice que seremos como ángeles y con ser hijos de Dios tendremos suficiente. Dios nos llenará de un amor y de una felicidad indescriptibles, inimaginables. Y, con eso, tenemos de sobra. Dejémonos en manos de Dios y basta.

   Propósito:
   Aunque sea un propósito algo repetido, acostumbrémonos a hablar con otros de nuestras positivas experiencias religiosas. Pueden ayudar mucho al progreso espiritual.

martes, 26 de octubre de 2010

Domingo XXXI del tiempo ordinario. 31/10/2010. Lucas, 19,1-10.

   Jesús atraviesa la ciudad de Jericó y un hombre llamado Zaqueo, rico y jefe de publicanos, pero bajo de estatura, trata de ver a Jesús a quien, sin duda, ya conocía. Para ello, Zaqueo se sube a una higuera, ya que desde ella se dominaba el camino por donde debía pasar Jesús.

   Como ya se dijo otros domingos, Jesús está realizando su último viaje desde Galilea a Jerusalén. Desde Jericó, donde se encuentra hoy, había una carretera directa que llevaba, a través de las tierras montañosas de Judea, hasta la capital, es decir, a Jerusalén. Esta Jericó del Nuevo Testamento es una ciudad que el emperador romano Augusto cedió a Herodes el Grande hacia el año 30 antes de Cristo. Está situada en un fértil oasis y, en  aquella época, adornada con espléndidos palacios. El hecho de que Zaqueo fuese un jefe de publicanos nos indica que Jericó era un centro administrativo regional.

   Sabemos de otros domingos, que los recaudadores de impuestos eran gentes muy impopulares por la sospecha de que recuadaban más de la cuantía permitida por los impuestos. Además, se les asociaba con ladrones, pecadores, prostitutas y paganos. Tampoco se les perdonaba que fuesen colaboradores de una nación dominante.

   Jesús ve a Zaqueo, habla con él y se  hospeda en su casa. Al ver esto, todos lo criticaban diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador".

   De aquí podemos sacar la primera enseñanza de este evangelio. Zaqueo, por su cargo, tenía muy mala fama sin fundamento. ¿Por qué se le equipara a las prostitutas y a los ladrones si no sabemos nada de su vida? El era el jefe y no cobraba directamente los impuestos. No podía pues, cobrar de más a la gente. Además, según el evangelio, parece que él era rico ya de por sí. Sea lo que sea, ¿cuántas veces juzgamos sin fundamento a los demás, como ahora lo hacen con Jesús y Zaqueo?

    Sin embargo, ellos prescinden de todas las críticas y la reacción de Zaqueo es  maravillosa: "la mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado le restituiré cuatro veces más".

   Observamos que Zaqueo llama Señor a Jesús, con lo que una vez más, esto texto  manifiesta algún problema de la iglesia primitiva. Se sitúa después de la resurrección de Jesús, ya constituído "Señor". El problema debe de ser la necesidad de atender a los pobres y se propone a Zaqueo como ejemplo.

   Algunas de las primeras comunidades cristianas habían puesto en práctica la comunidad de bienes, algo muy laudable en su intención pero que pronto fracasó. En este evangelio se busca otra solución que es fomentar en otros la respuesta de Zaqueo. Cada uno debe ayudar según sus posibilidades, pero siempre con esplendidez.

   Compromiso:
   Preocúpate más de dar para Cáritas o de ayudar personalmente.

martes, 19 de octubre de 2010

Domingo XXX del tiempo ordinario. 24/10/2010. Lucas, 18,9-14.

   En el evangelio de hoy, se presenta a dos personas oralmente muy distintas y que suben al templo a orar. Uno era fariseo y el otro un publicano.

   Para el comentario de este pasaje de Lucas, podemos empezar haciéndonos la siguiente pregunta: ¿No es más seguro y tranquilo, sobre todo para los que somos fieles a la religión, seguir con nuestros deberes, méritos y pecados, que sabemos bien cuáles son? Pero, Jesús, a menudo desconcierta a los que lo escuchan.

   El fariseo reza poniendo por delante todos sus méritos y su excelente buena conducta. Se compara con el publicano y se siente mucho más cerca de Dios. Sus obras las considera muy meritorias y le hacen capaz de poder exigir a Dios.

   El publicano, en cambio, se mantenía a distancia, no se atrevía a alzar los ojos al cielo y se golpeaba el pecho diciendo: "Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador".

   En efecto, los publicanos eran considerados impuros y pecadores. Eran judíos que vivían de una actividad despreciable. Cobraban tasas de peaje por el tránsito de mercancias en los puestos fronterizos y en las puertas de algunas ciudades. Las cobraban para los romanos, extranjeros que dominaban el país y no eran de religión judía. Juntamente con el cobrar impuestos, ellos se las arreglaban para medrar personalmente. Eran pecadores públicos.

   Por lo que se ve, el fariseo y el publicano suben al templo a la hora en que se ofrecen sacrificios para el perdón de los pecados. mientras tanto, ellos examinan su conciencia.

   Que el publicano rectifique su vida es prácticamente imposible. Nunca podrá reparar sus abusos ni devolver a sus víctimas lo que les robó, ¡fueron tantas! No puede dejar su trabajo de recaudador porque no tiene otra forma de vivir bien y alimentar a su familia, en una época en que existe mucha pobreza. El publicano no tiene otra salida que la de echarse en los brazos de Dios y abandonarse a su misericordia.

   Jesús concluye su parábola con una sorprendente afirmación: el publicano marchó justificado ante Dios y el fariseo no, porque no fue humilde, todo lo confió a sus méritos.

   En el reino de Dios no se funciona desde la justicia elaborada por la religión, sino desde la misericordia insondable de Dios. Si nos miramos un poco hacia dentro ¿no percibimos realmente esta experiencia en el fondo de nuestro ser?

   Un ejemplo: en un hospital, una mujer debe operarse a vida o muerte. Está separada y rehizo su vida con otro hombre. Siente la misericordia de Dios en el fondo de su corazón. Llama al sacerdote y este, en vez de obrar como lo haría Dios, siendo comprensivo, le dice que o se separa del hombre que la hace realmente feliz o no le da la absolución. Pide algo imposible para esta mujer; no puede prometerlo y se va a la operación, confiando en la misericordia de Dios. Este abandonarse en Dios es lo mejor que ha podido hacer. Dios la justificó sin lugar a duda, como lo hizo con el publicano del evangelio.

   Compromiso:
   Acostúmbrate a sentir a Dios como profundamente comprensivo y misericordioso.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Domingo XXIX del tiempo ordinario. 17/10/2010. Lucas, 18,1-8.

   Jesús quiere explicar a todos sus discípulos cómo tienen que orar y esto sin desanimarse. Pero, este orar se refiere a un orar en busca de la justicia. Aquí está la clave del evangelio de hoy. Aunque éste empieza mencionando a Jesús que trata de darles una explicación, sin embargo, al final del mismo relato es el Señor quien habla. Ya no se refiere a Jesús, sino al Señor. Por esta razón, debemos situar el relato después de la resurrección, momento en que Jesús es constituído "Señor". Este pasaje se refiere, pues, a la vida de la primera comunidad cristiana en la que habría determinados problemas, posiblemente de persecución.

   En el ejemplo propuesto como explicación, dice el juez injusto: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no sea que acabe pegándome en la cara". Y continúa el Señor: "Si esto hace el juez injusto, Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?". Pero, esa fe en la justicia de Dios debe ser continua, debe ser una fe probada, no expuesta al desaliento, para que cuando venga el Hijo del hombre a juzgar pueda encontrar esa fe en la tierra.

   Con esa fe en Dios, aunque sea en medio de los sufrimientos, encontraremos que la bondad de Dios es como nueva cada mañana, pero, a la vez, completamente inmerecida y que da origen a nuevos actos de agradecimiento y a un renovado deseo de seguir recibiendo la bondad de Dios. Esto sólamente puede comprenderlo quien vive en la fidelidad a Dios, en medio de las dificultades aunque sean persecuciones. Esta maravilla es todo un regalo de Dios, incomprensible para la mente humana. En esta relación, Dios es el Dios del hombre y el hombre es el hombre de Dios. Es una unión maravillosa. Es el misticismo cristiano.

   La justicia de Dios llegará cuando vuelva el Hijo del hombre, al final de los tiempos. Mientras tanto, el creyente orará humildemente: "No se haga lo que yo quiera, sino lo que Tú quieras". Es una oración que encierra humildad, fe y que da total libertad a Dios para que disponga en el momento que él crea oportuno. Pero, no nos quepa duda, Dios actuará.

jueves, 7 de octubre de 2010

Domingo XXVIII del tiempo ordinario. 10/10/2010. Luc. 17,11-19

   Presenta el evangelio de Lucas la curación de los diez leprosos. Veremos hoy, la situación de la medicina en tiempos de Jesús, el concepto de lepra, el significado de los milagros y la aplicación espiritual.

   Con frecuencia, no se habla demasiado bien de los médicos en la época de Jesús, tanto en las fuentes paganas como en las judías. En la obra Mishnah, citando a un rabbi, se dice que el mejor de entre los médicos está destinado a la Gehenna o infierno de aquella época. Es muy conocido el tratado "De medicina" de Celso, médico de la época de Jesús. La medicina griega se había extendido por la cuenca del Mediterráneo, pero no había entrado en las aldeas de Galilea.Los israelitas recelaban de la medicina que no invocaba a Dios para lograr la curación, aunque ya en tiempos de Jesús las cosas habían cambiado. Sin embargo, para los de Galilea, los médicos vivían lejos de las aldeas y resultaban excesivamente caros, por lo cual no estaban al alcance de sus posibilidades.

   En esta situación, los curadores populares adquieren un gran prestigio. Eran hombres santos famosos por el poder de su oración, por su estrecha relación con Dios. Es un hecho históricamente innegable que Jesús fue considerado por sus contemporáneos como curador y exorcista de gran prestigio, pero diferenciándose de los demás. Jesús no examina a los enfermos, no emplea técnicas ni receta remedios. Las curaciones forman parte de su proclamación del reino de Dios. Jesús cura siempre de manera gratuita y con gran amor compasivo. No cura para despertar la fe sino que pide la fe para que sea posible la curación. Esta fe no es fácil. Jesús ayuda a que los enfermos acojan a Dios en medio de su experiencia de dolor, por la enfermedad. Jesús cura haciendo que el enfermo sienta el perdón, la paz y la bendición de Dios.

   La lepra no era la enfermedad de hoy. Más bien se trataba de diversas enfermedades de la piel.

   En el relato evangélico de hoy, Jesús ordena a los diez leprosos que vayan y se presenten a los sacerdotes, antes de que estén curados. Era un ritual que debía realizarse después de sanar de la lepra. Pero Jesús parece invertir el orden. Los leprosos eran impuros y estaban excluídos de los actos religiosos. Debían vivir apartados de las demás personas, avisar en voz alta para que nadie se acerque a ellos. Pero Jesús los considera, para todo, miembros del pueblo de Dios. Cuando los diez leprosos se dirigen al Templo, se ven curados. Sólo uno se vuelve para agradecérselo a Jesús. Este era un samaritano. Estos frecuentaban muy poco el templo. El samaritano vuelve a Jesús alabando a Dios y se echa por tierra ante él, dándole gracias.

   A menudo, en la vida, tenemos ocasiones de un encuentro con Dios. Aprovechémoslos. No busquemos el dolor, pero, cuando debemos soportarlo, sigamos estando cerca de Dios. Mantengamos siempre el amor a Dios.

   Propósito:
   Reflexionar sobre el último punto y aparte del comentario de este evangelio.

martes, 5 de octubre de 2010

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario. 03/10/10. Lucas, 17,5-10.

   Por motivos técnicos informáticos se retrasó la publicación de este evangelio.

   Los apóstoles piden al Señor que les aumente la fe. El señor les contesta que si tuviesen fe como un grano de mostaza harían determinados prodigios. Así comienza el evangelio de hoy. Como observamos aquï no se le llama Jesús por su  nombre. Se le dice "el Señor". Esto indica que el texto evangélico se refiere a después de la resurrección. Es el Señor resucitado. Por eso, Jesús es el Señor. No cabe duda que este texto refleja la vida de los primeros cristianos. Ellos tienen fe. Comprenden que Dios ha venido a visitarnos. Viven la presencia de Jesús en la Eucaristía. Tienen verdadera fe. Pero, el gran misterio parece incomprensible a la mente humana. Sin embargo, ese misterio aceptado les da una nueva vida, una nueva experiencia. Como decía un gran autor, Danielú, "la fe está basada en un contacto personal con Cristo". Ese contacto es real, pero misterioso.

   Este evangelio da un giro, deja a un lado el tema de la fe y, relatando una pequeña parábola, concluye afirmando que cuando hayan hecho todo lo mandado, digan "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".

   Bien, esta segunda parte se explica por sí sola. Por eso, prefiero hacer unas reflexiones sobre la primera. La referente a la fe. Forma parte de mis experiencias. No hace mucho, leía a un creyente que en su libro decía a sus amigos no creyentes: "Yo os llevo ventaja, porque si hay algo en el otro mundo estoy en el camino recto, y si no lo hay, no perdí nada". Esto es como jugar a un cálculo de probabilidades. No es verdadera fe. Recordando lo afirmado por Danielú, la fe se basa en un contacto personal con Jesús; es un tocarnos e iluminarnos el Espíritu Santo. Es algo que realmente se nos manifiesta, aunque inexplicable.

   La fe tampoco es creer porque te lo dice el sacerdote, que supones que es una persona preparada y que si te lo dice es porque es así. A esta fe la llamamos fe del carbonero. Pero, no es verdadera fe. Esta es siempre obra de Dios, obra de Jesús, obra del Espíritu de Dios. Es un acontecimmiento del Espíritu divino en cada uno de nosostros. Tenemos que guardar y no olvidar las experiencias de Dios, las experiencias del contacto con Cristo en la Eucaristía. Son verdaderas experiencias. No son alucinaciones ni falsas ilusiones. Es Dios que se nos comunica. Nada de todo esto se opone a la razón y, no obstante, es un misterio que permanece en el alma de cada creyente.

   Muchas más cosas podrían decirse de la fe. Pero, si purificamos nuestra fe con lo dicho hasta aquí, Jesús se daría por satisfecho.

   Compromiso:
   No olvidar nuestras experiencias de Dios. Recordarlas y seguir acariciando nuestro contacto personal con el Señor Jesús. Alimentar ese contacto con la oración y recibiendo con fe la comunión.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario. 26-9-2010. Lucas, 16, 19-31

Hoy, Jesús nos trae a colación la significativa parábola del pobre Lázaro y el rico epulón. Aunque sólo se encuentra en el evangelio de Lucas, la mayoría de los exégetas la considera un relato proveniente del mismo Jesús y no de la primitiva comunidad cristiana.
La túnica de lino fino, que provenía de Egipto, nos habla de la vida de lujo y ostentación de aquel rico y poderoso, así como el color de púrpura de sus vestidos indica que pertenece a círculos muy cercanos al rey. La vida de este hombre es una fiesta continua, ya que organiza espléndidos banquetes y fiestas, no sólo con motivo de alguna celebración especial, sino que lo hace todos los días. Seguramente pertenece a las ciudades de Séforis o Jerusalén. Son los que poseen riquezas, tienen gran poder y disfrutan de una vida de lujo en la que no puden ni soñar aquellos que escuchan a Jesús.
Muy cerca de este rico, echado junto a la hermosa puerta de su palacio, se encontraba el mendigo Lázaro. Se dice "hermosa puerta" porque, según significa la palabra original griega, no se trata de la puerta ordinaria de una casa, sino de la puerta ornamental de un palacio. El nombre de Lázaro significa "aquel a quien Dios ayuda". Parece una paradoja, pero es así. Este hombre está hasta tal punto extenuado que no tiene fuerzas para moverse, y sólo se le acercan los perros asilvestrados que vagan por la ciudad, con el fin de lamer sus llagas. Este podía ser el final de aquellos que vivían hundidos en la miseria y sobraban en aquella sociedad.
La mirada penetrante de Jesús desenmascara esta terrible situación. La expone con toda su crudeza. Pero, de pronto, todo cambia. Lázaro muere y, aunque ni se habla de su entierro, la situación da un vuelco total. También el rico muere, aunque se entierre con todos los honores.
A pesar de que la traducción que nos propone la jerarquía para el evangelio de hoy habla del infierno, no es así. En tiempos de Jesús, el haces era el lugar a donde iban los muertos. Allí están justos y pecadores, aunque separados, esperando a que llegue el juicio de Dios. En el lugar de los pecadores existe un gran sufrimiento, hasta que llegue el día del castigo o del perdón.
Esta parábola se explica por ella sola. Ninguna religión será bendecida por Dios si no reclama, de una forma o de otra, la verdadera justicia para todos los hombres. Una justicia llena de amor y de hermandad que haga totalmente distinto el mundo en que vivimos.
Este es el mensaje de Jesús. Este es el modo de vivir que se nos pide a los cristianos. Esto es lo que Dios quiere.

Compromiso: leer la parábola completa en el evangelio de Lucas. Aquí ha quedado mucho sin explicar.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 19-9-2010. Lucas 16, 1-13

El evangelio de hoy se encuentra en el extenso relato que Lucas hace sobre el viaje de Jesús a Jerusalén. Al igual que los evangelios de Marcos y Mateo, Lucas tiene en su mente la situación de la Iglesia tras la muerte de Jesús. Esto es muy importante tenerlo en cuenta a la hora de comprenderlos.
Hoy, el evangelista pone en boca de Jesús la parábola del administrador infiel. Un hombre rico se entera de que su gestor le administra mal los bienes. Este, al ver que va a ser despedido, llama a los deudores y les concede que rebajen a la mitad su deuda. Así, el administrador piensa tener amigos que lo reciban cuando sea despedido. Es una parábola que sólo nos transmite el evangelio de Lucas. Ni Mateo, ni Marcos ni Juan lo hacen.
Seguramente, en la primitiva comunidad cristiana, existían ricos terratenientes cuya riqueza la habían adquirido explotando a los campesinos, único colectivo que producía riqueza en aquella época. El reino de Dios exige terminar con esa inicua explotación. Por esta razón el evangelio de hoy analiza afirmando que no podemos servir a Dios y al dinero a la vez.
Debido a enfermedades o malas cosechas, la penuria era general en las aldeas. La única salida entonces era pedir algún préstamo a los que tenían grandes almacenes de grano. Pero muchos no podían finalmente pagar sus deudas y se veían obligados a hacerlo desprendiéndose de algunas fincas, que pasaban a engrosar las propiedades de los grandes terratenientes. Ello obliga a Jesús a terminar afirmando:

ninguno puede servir a dos amos porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso al segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Todos los autores consideran que estas palabras fueron dichas por el mismo Jesús, con lo que estamos tocando su propio pensamiento. Es cosa muy seria.
Las riquezas no pueden ser adquiridas injustamente o aprovechándose de la impotencia de los demás. Cuando por el ahorro y el trabajo se tienen, deben emplearse para el bien y jamás olvidar al necesitado de verdad. Así, tendremos amigos para la vida eterna.
Si en nuestras comunidades cristianas hay ricos epulones, pertenezcan a los simples laicos o a la jerarquía eclesiástica, ya saben lo que tienen que hacer si desean ser creyentes de Cristo.

Compromiso: reflexiona en cristiano sobre el sentido del dinero y la riqueza.


jueves, 9 de septiembre de 2010

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. 12-9-2010. Lucas 15, 1-10

Hoy aparece Jesús comiendo con publicanos y pecadores que acuden a escucharle. Por estas cosas, los fariseos y los escribas lo criticaban. Ciertamente, ¿cómo puede acoger a publicanos y pecadores sin ponerles condición alguna?. Ningún profeta había actuado así. Seguramente hoy ninguna comunidad cristiana obrará con esa tolerancia.

Los publicanos eran los que se sentaban en los puestos de cobro para recaudar los impuestos en los peajes y aduanas. Eran conceptuados como ladrones y gente poco honesta. Un grupo considerado como de pecadores y desprestigiados socialmente. Sería equivalente al grupo de prostitutas en el campo de las mujeres. En cuanto a los pecadores, eran aquellos que tenían una actuación o profesión que exigía el rechazo a Dios.

Este trato de Jesús con los pecadores de aquella época nos hace ver que es necesario implantar la misericordia en las familias, entre las gentes y dentro mismo del sistema religioso, de la Iglesia, desterrando todo autoritarismo y restableciendo el sentido evangélico.

En cuanto a la parábola del buen pastor, pensamos que cómo puede un pastor insensato ser metáfora de Dios. ¿No es demasiado arriesgado abandonar el rebaño para ir en busca de una oveja perdida? Y, sobre todo, viendo que la oveja no hace nada por volver al redil. Es que Dios busca recuperar a los pecadores, incluso antes de que den signos de arrepentimiento. Parece que la vuelta del pecador no se debe a su conversión, sino a la gran misericordia de Dios. Para pertenecer a Cristo es importante sentir como nuestra la preocupación de Dios por los perdidos e ir en su busca. A menudo podemos hacer más de lo que pensamos. A veces, una sencilla conversación puede crear inquietudes. Y, en estos casos, debemos aprender a compartir la alegría de Jesús cuando encuentra y echa sobre sus hombros a la oveja perdida.

La parábola de la moneda perdida, seguramente un denario, es lo que ganaba un obrero en un día de trabajo. La mujer no se resigna a perderla. Enciende un candil porque su casa no tiene mucha luz, carece de ventanas. Barre la casa y por fin la encuentra. Sale al patio común, donde se ve siempre con las demás vecinas, y les comunica la buena noticia. Nos preguntamos: ¿será verdad que los pecadores, que tan poco valor tienen para algunos líderes religiosos, son tan queridos por Dios?

Compromiso: tener el valor de sacar alguna conversación de tipo espiritual e ir reconduciéndola hacia Dios.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. 5-9-2010. Lucas, 14, 25-33

El evangelio de hoy comienza, aparentemente, con una exigencia verdaderamente dura:

Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Parece como si la intención de Jesús fuera la de desvincularnos totalmente de la familia. Sin embargo, para entender bien dicha frase, debe interpretarse como expresión con un efecto de feed-back. Se trata de una exigencia aterradora y exaltadora a la vez. Si algo nos enseñó Jesús, Palabra de Dios hecha hombre, es la práctica del amor, del amor a los demás. Jesús es el centro, pero el centro arrastra consigo toda una circunferencia. Jesús es el centro, pero cada punto de la circunferencia tiene su especial dignidad. Sobre cada punto recaen amores divinos. Cuando nos hemos entregado al amor de Dios, brota en nosotros hacia los demás un amor más puro, más limpio, más divino. Yo prefiero amar a los míos, y a los demás, con ese amor que nace del amor que Dios nos tiene. Entonces, de nuestro corazón brota una fuente inagotable de amor.

Es así como aprendemos a trascender, a sobrepasar nuestra capacidad inicial de amar. Si perseveramos en la práctica de amar a Dios, a Jesús de Nazaret que se nos da en la Eucaristía, una alegría profunda irá naciendo en nuestros corazones. Hay algunas cosas que sólo se pueden aprender con una práctica constante y entregada, y se se persevera en ella, se descubre que se consigue algo que en principio parecía imposible. La religión nos enseña a descubrir nuevas capacidades de la mente y del corazón. Dios hace en nosotros maravillas cuando tratamos de amarlo de verdad.

Cuando no se practica la religión como espacio dedicado a Dios, se pierde has la facilidad de hacerlo.

En este evangelio, aparecen a continuación dos pequeñas parábolas. La primera trata de una persona que va a construir una torre y que antes debe calcular sus gastos para no fracasar. En la segunda, se trata de un rey que va a dar una batalla. Pero antes debe reflexionar sobre si es posible la victoria; de no estar seguro, buscará una negociación.

Da la impresión de que estas dos parábolas no tienen nada que ver con lo exigido por Jesús en el comienzo del evangelio de hoy, ni con lo afirmado al final del mismo:

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

Por esta razón, algunos expertos afirman que estas dos parábolas no fueron pronunciadas por Jesús, sino que son obra de la primera comunidad cristiana. Nos invitan a la reflexión y a medir las posibles consecuencias de nuestros actos. No está por demás.

Compromiso: meditar sobre la verdad del efecto feed-back explicado en este evangelio.

jueves, 26 de agosto de 2010

Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 29-8-2010. Lucas 14, 7-14

El evangelista Lucas recoge algunas de las parábolas más famosas y características de Jesús. La traducción al griego más antigua de lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento de la Biblia, es la Septuaginta y, en ella, una parábola es un proverbio, una comparación. Se puede definir la parábola como una figura literaria que contiene una imagen llamativa.

Los maestros de la ley, judíos, también explicaban con parábolas, pero las usaban sólamente para exponer la verdadera interpretación de la ley. Por el contrario, Jesús utiliza las parábolas para hablar sobre el reino de Dios, nunca para explicar la ley. Jesús es positivo, va a que se capten la verdadera experiencia o las vivencias del reino de Dios. Si se logra esto, lo demás viene por añadidura. Los relatos de Jesús son una llamada a entender y experimentar la vida de una manera totalmente diferente. Es la manera de Jesús.

En el evangelio de hoy, se habla de no acaparar los primeros puestos cuando te invitan a un banquete. De esta forma no correrás el peligro de que te manden descender de categoría con la correspondiente humillación. Hasta aquí, es un simple comentario humano de una cita del libro bíblico Proverbios (2.5, 6-7) donde se recogen consejos del rey Salomón. Pero, inmediatamente, Jesús le da un giro de 180 grados y pasa a darle una aplicación evangélica. Dice Jesús: "cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos". Por supuesto, hay cojos y ciegos ricos, pero la fuerza del consejo de Jesús es que no pueden pagar. ¡Qué pocas veces invitamos al que no puede corresponder! Se trata de invitar sin humillar, por supuesto.

Es sumamente importante lo que afirma Jesús: "te pagarán cuando resuciten los justos". Debemos tener bien claro que no todo se acaba con la muerte. La vida llega mucho más allá. La vida sigue junto a Dios. Y los muertos, al vivir junto a Dios, están inflamados de amor y por lo tanto de agradecimiento. Todos llenaremos de bendiciones a los que nos ayudaron en las penalidades de esta vida. Y Jesús lo tendrá muy en cuenta.

Compromiso: medita y reflexiona sobre este comentario del evangelio.

jueves, 19 de agosto de 2010

Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 22-8-2010. Lucas, 13, 22-30

El evangelio de este domingo nos dice que Jesús sigue de camino a Jerusalén. En Lucas, este viaje es bastante más extenso que en Mateo y Marcos, abarcando desde 9, 51 hasta 19, 28, es decir, casi diez capítulos. Es, por esta razón, el núcleo de dicho evangelio y, aseguran los expertos, es crucial para la comprensión de su mensaje.

En el evangelio de Lucas, al igual que en Mateo y Marcos, lo realizado en el viaje a Jerusalén se centra más en sus enseñanzas que en los milagros de curación. Lucas agrupó las tradiciones sobre las enseñanzas de Jesús en temas importantes como la oración, la riqueza, el perdón o, como en el evangelio de hoy, la necesidad de estar alerta para cuando llegue el Señor.

Estos agrupamientos según la temática nos indican que no se sigue el orden en que fueron predicados por Jesús. El evangelista Lucas los agrupó para crear un cuerpo de enseñanza que pudieran usar los seguidores de Jesús en la misión. Ello indica que tiene en cuenta la situación de la Iglesia tras la muerte de Jesús.

En este viaje de Jesús a Jerusalén, el Señor debe pasar por un lugar muy escabroso llamado Wadi Qelt, 8 Km al oeste de Jericó. Por encima del fondo del valle se encuentra hoy día el monasterio griego ortodoxo de San Jorge, fundado originariamente en el siglo V después de Cristo. En ese camino Jesús va enseñando por ciudades y aldeas.

En uno de los lugares hay quien pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Todo el evangelio de hoy gira alrededor de esta pregunta, pero como se lee al final, con referencia al reino de Dios. En efecto, la predicación de Jesús en Galilea se centró en el evangelio del reino, de forma que las expresiones sinónimas "el reino de Dios" y "el reino de los cielos" aparecen unas cien veces en los tres primeros evangelios. Se constata, además, que el reino de Dios es una realidad tanto presente como futura.

Aunque la idea del arrepentimiento está presente en la predicación de Jesús, sin embargo, no es un simple arrepentimiento, sino que conlleva la necesidad de servir incondicionalmente a Dios. Esta es la condición para entrar en el reino, donde los creyentes comprenderemos la misericordia divina, tema crucial en el mensaje de Jesús.

Con lo dicho, tenemos respuesta a la pregunta del evangelio de hoy: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Todo depende de nuestro arrepentimiento y de la entrega a la causa de Dios. Entonces comprenderemos la misericordia divina que, a pesar de nuestros fallos y pecados, nos sigue llevando hacia adelante. Arrepentirse y entregarse a la causa de Dios es ya entrar por la puerta estrecha.

Compromiso: arrepintámonos y entreguémonos a la causa de Dios.

martes, 10 de agosto de 2010

Solemnidad de la Virgen. 15-8-2010. Lucas 1, 39-56

Si hacemos excepción del nacimiento y las escasas historias que Mateo y Lucas nos relatan, es muy poca la información que poseemos sobre la infancia y la juventud de Jesús. Tampoco disponemos de muchos datos sobre su vida familiar, hasta su bautismo por Juan el Bautista y el inicio de su ministerio. Desconocemos, pues, el desarrollo de su vida como niño y joven. Nada sabemos de sus estudios y trabajos profesionales o qué idiomas conocía. Para recaudar algunos datos debemos acudir a la cultura y costumbres de su propia época.

Sobre su madre María, el evangelio de Lucas la presenta como pariente de los padres de Juan el Bautista, Isabel y Zacarías, quienes vivían cerca de Jerusalén, en las tierras montañosas de Judea.

El evangelio de hoy nos presenta a María yendo a comunicar su embarazo a su prima Isabel. Como en muchísimas ocasiones, una parte importante de la vida familiar se desarrolla en la cocina. En ella, según los expertos, existía un gran horno de piedra que le daba prestancia y ambiente. Allí charlarían muy emotiva y familiarmente las dos primas, dando lugar a dos importantes oraciones que se practican en nuestra vida cristiana.

En efecto, Isabel, emocionada, le dice a su prima María:

¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

Esto es lo que rezamos al final del Ave María. Podemos imaginarnos esta escena en la misma cocina a la que me refería antes. Porque María saluda a su prima después de entrar en casa.

Al igual que María e Isabel, ¿hemos sabido hablar de cosas de Dios con nuestros primos o nuestra propia familia? Ya no digo con otros que no son ni siquiera familia. Ahí queda la pregunta esperando una respuesta y una decisión.

La segunda oración que nos presenta el evangelio de este domingo es la llamada Magnificat. Se trata de una oración no tan conocida, pero que sí rezan muchos cristianos. Es la que empieza con las palabras:

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador...

Aunque no seamos capaces de recordar la oración entera, sí podemos repetir el comienzo de la misma, que aquí se menciona. Tiene un profundo sentido de la que es la experiencia cristiana. La experiencia de sentirnos cerca de Dios y que nos inunda, cuando recibimos a Cristo en la comunión. Ese Jesús que María llevaba en su vientre cuando visitó a su prima Isabel.

Actuación desde la fe: la que nos insinúe la lectura de esta proclamación evangélica.

jueves, 5 de agosto de 2010

Domingo XIX del Tiempo Ordinario. 8/8/2010. Lucas 12, 35-40

La lección del evangelio de hoy es que debemos estar preparados, porque a la hora que menos pensemos, vendrá el Hijo del hombre. Nos pone como ejemplo el de los criados que están despiertos, aunque sea entrada la noche o ya de madrugada, esperando a que llegue su señor. Este, si así es, agradecido, hará que sus criados se sienten a la mesa y se pondrá a servirles. Añade el evangelista que si el dueño de la casa supiera a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete, evitando así el robo.

Este evangelio es toda una llamada a que siempre debemos estar alerta, no durmiéndonos mientras la vida va pasando. El juicio ante Dios llegará tarde o temprano. En este trozo evangélico se recalca el juicio, es verdad, pero con el evangelio de Jesús en la mano, no debemos olvidar la verdad completa. Es necesario que tomemos en serio el juicio de Dios, pero debemos tomar igualmente en serio la gracia de Dios. Es verdad que tenemos el gran peligro que surge del juicio y del pecado: el peligro de ser condenados por sentencia. Pero, debemos vivir con una esperanza, aún mayor, porque estamos arraigados en la gracia y en la salvación que Jesús nos trae. Dios siempre está viniendo a nosotros, si pecamos, volvámonos de nuevo hacia Él, que nos da continuamente la promesa de la salvación.

Para que ese día del juicio no seamos sorprendidos con las manos vacías, practiquemos la máxima del "ora et labora", del "ora y trabaja". El mismo trabajo, el trabajo propio y el que debemos regalar a las cosas de Dios, todo el trabajo debe ser oración. En todo momento debemos recibir y contemplar la luz que viene de lo alto. De vez en cuando, debemos aprender a volvernos hacia Dios, que es volvernos hacia la oración. Hacer oración es encontrarnos ante Dios, ante el que es Señor del hombre, nuestro juez y nuestro salvador. Así, volvemos de nuevo a lo que decía más arriba, esto es, a tomar igualmente en serio el juicio de Dios y su gracia salvadora. No se puede hablar de uno sin recordar el otro. Vivimos en tensión entre el miedo al juicio y la esperanza de Jesús. Esta confianza seria y responsable en la gracia salvadora de Jesús hace que nuestras obras no sigan siendo o no lleguen a ser obras infructuosas.

Propósito: aprender a hacer que nuestras obras sean al mismo tiempo obras de oración, realizándolas con amor a Dios.

miércoles, 28 de julio de 2010

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. 01/08/2010. Lucas, 12,13-21

   En el evangelio de hoy se narra la parábola del rico necio. Se trata de un hombre rico que tiene una gran cosecha y no le cabe en los graneros que posee. Entonces, los derriba y construye otros bastante más grandes, almacenando allí todo el grano y el resto de su cosecha. Y se dirá a sí mismo: "Tienes bienes acumulados para muchos años, así que túmbate, come, bebe y date buena vida". Pero, Dios le dice: "Necio, esta noche te vas a morir. Lo que has acumulado, ¿de quién será?". Esto sucederá a quien amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.

   En los evangelios, cuando se habla de pobres, se habla de los indigentes, los que no tienen tierra, a menudo carecen de techo y viven continuamente amenazados por el hambre y la desnutrición. En la época de Antipas, había aumentado el número de indigentes y gente que buscaba trabajo; también, consecuentemente, el de prostitutas.

   En el relato evangélico de hoy, se menciona a un terrateniente que sólo piensa en construir grandes almacenes para guardar su grano, sin pensar en los necesitados. Jesús no sólo denuncia lo que se opone al reino de Dios sino que, además, sugiere un estilo de vida más de acuerdo con el reino del Padre. Introduce un nuevo modelo de comportamiento social. La sociedad que entra en la dinámica del evangelio, cambia completamente.

   Los israelitas consideraban que una cosecha tan desmesuradamente abundante era una bendición de Dios. Pero, según la tradición de Israel, José - administrador del faraón de Egipto - almacena el grano sobrante para que el pueblo no pase hambre en tiempos de escasez. No es esta la intención del rico de la parábola de hoy, que sólo piensa en comer, beber y darse buena vida. En eso, solamente, piensa gastar su abundante cosecha. No piensa en las necesidades de los demás. No piensa que el primer fin de lo que hay en la tierra es para cubrir las necesidades básicas de todos y no sólo las de un particular.

   Para este rico necio, los pobres no tienen derecho a disfrutar de las cosechas con que Dios bendice la tierra de Israel. Él es sumamente necio pues no sabe que puede morir en cualquier momento y, de hecho, morirá esa misma noche. Y la pregunta es ¿para quién serán tantos bienes? ¿pleitarán tus herederos?

   La parábola de Jesús es un desafío para aquella época y para todo el sistema actual. En nuestra cercanía hay gentes muy necesitadas y a las que Cáritas, con nuestras aportaciones, ayuda continuamente. Pero, es de doler sumamente que existan pueblos enteros muriendo de hambre; esos seres esqueléticos, hermanos nuestros, que a menudo nos presenta la televisión. ¿Es que entre los cristianos y los hombres de buena fe, debidamente organizados, no podríamos acabar con esa lacra humana? Sobran las palabras. Es necesaria la acción. No me refiero a acciones violentas que perjudican a inocentes y no es propio del reino de Dios. Pero sí es necesario y con urgencia tomar las decisiones oportunas. Los cristinanos debemos dar ese testimonio.

   Compromiso:
   Ser más expléndido con Cáritas, teniéndola en cuenta el día en que se pide para ella en la misa dominical.  

lunes, 19 de julio de 2010

Domingo Solemnidad de Santiago Apóstol. 25/07/2010. Mateo, 20, 20-28

   La madre de los Zebedeos pide a Jesús que dé a sus dos hijos los mayores puestos en su reino, el reino que ella piensa que Jesús va a establecer en este mundo. Jesús les pregunta: "¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Es decir, "¿sois capaces de pasar tan mal trago como el que voy a pasar yo?" Los discípulos Zebedeos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder y contestan a Jesús afirmativamente. Los otros discípulos protestan indignados contra los dos hermanos. Jesús toma la palabra y reuniéndolos  empieza a hablarles sobre el servicio a los demás. Les dice: " El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo". Para Jesús, la grandeza o la primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio. Así, Jesús no vino para que le sirvan, sino a servir dando la vida en rescate de muchos.

   Pero, esto que tiene aplicación para todos nosotros y de ello debemos preocuparnos y a ello debemos atenernos, la tiene también en todos los aspectos de la vida. No es lo mismo contemplar una profesión única y exclusivamente desde un puro prestigio personal y enriquecimiento, que tener como punto de mira el bien de la humanidad. Esta reflexión coge muy de lleno a los predicadores y a los teólogos. Urge una atención seria y profunda a los signos de los tiempos como fue deseo del Concilio Vaticano II. Juan XXIII, y con él el Concilio, tenían muy claro que las cosas en la iglesia no siempre habían sido como son ahora. Hay cosas que, con el evangelio en la mano, con una exégesis correcta y el testimonio enriquecedor de la historia, pueden alumbrar una actualización de la iglesia en relación con los signos de los tiempos. Esto, hoy día, es un servicio que es necesario realizar porque hay mucha gente que sufre a causa de las intransigencias dentro de una iglesia institucional. El cura predicador debe tenerlo muy en cuenta. Debe considerar que Dios habla también a través de la historia y de los signos de los tiempos. Debe prepararse y modernizarse teológicamente. Pero, también los fieles han de saber comprender al sacerdote que predica con fundamento aunque de manera actualizada.

   Como resumen, recordar que conforme al evangelio de hoy, el servicio de Dios y el servicio del hombre constituyen el sentido, el horizonte y la meta de cada uno de nosotros y de toda profesión, incluída la teología, que para ello no puede olvidar los signos de los tiempos.

   Compromiso: actualizarse en el servicio de Dios y del hombre.

miércoles, 14 de julio de 2010

Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 18/07/2010. Lucas 10, 38-42

En este evangelio, Jesús se hospeda en casa de dos hermanas: Marta y María. Esta última se quedó sentada a los pies del Señor escuchando su palabra, mientras que Marta, que quizá ya había estado también hablando y dialogando con el Señor, se puso a preparar el servicio. El trabajo la agobiaba y pide al Señor que le mande a María para que le ayude. El Señor le contesta como diciéndole que no prepare tantas cosas, que con una ya es suficiente, puede ser unas aceitunas. Esto lo ha entendido bien María que se encuentra muy a gusto escuchando al Señor. El no le mandará marchar.
Este evangelio ha sido muy controvertido desde el principio. Prueba de ello es que existen seis variantes en los documentos antiguos, lo que básicamente da lugar a dos lecturas diferentes. Una entiende que "pocas cosas o sólo una es necesaria". La otra afirma sin más que "sólo una es necesaria". Sea como sea, no existe consenso entre los intérpretes respecto al significado básico de la historia. Lo que sí está claro es que este texto evangélico se refiere a una situación determinada de la vida de la iglesia primitiva y no a un episodio de la vida de Jesús. Un problema de dicha iglesia que trata de solucionarlo recurriendo a cómo se piensa que obraría Jesús. Pero en este evangelio, se habla de Jesús como resucitado, pues continuamente se le llama "Señor". El texto no apela a la autoridad del Jesús histórico, sino a la del Señor resucitado. Y esto es importante saberlo.

También nosotros, ante problemas de nuestra vida, deberíamos preguntarnos ¿qué haría el Señor en nuestro caso? Al Señor resucitado me refiero. No estamos acostumbrados a hacernos así la pregunta, es decir, a ver las cosas desde el futuro que nos espera, junto al Señor resucitado que vive para siempre. Estamos mucho más acostumbrados a ver al Cristo doloroso que al Señor resucitado.

Este evangelio se interpreta a menudo, como relato de una comida ordinaria, pero no es así. En él aparecen las palabras griegas "diakoniam" y "diakonein". Estas palabras, en tiempos de Lucas ya eran términos técnicos para designar el liderazgo eclesial. Y, según los escritos paulinos, tanto mujeres como hombres podían ser misioneros y dirigentes de las iglesias. Es amplia la explicación de esta temática, pero sí es cierto que la palabra "diakonian", en la época del evangelio de hoy, se refiere al servicio eucarístico en la iglesia doméstica. Por ello, está muy acertada la exigencia de las católicas que reivindican el servicio de poder presidir la eucaristía y predicar como lo hacen los hombres sacerdotes. Como me decía una monja benedictina: "tardará, pero tiene que llegar".

Práctica:
Mentalizarse en que Jesús no hizo distinción entre el hombre y la mujer. Hay bastantes datos.

lunes, 5 de julio de 2010

Domingo XV del Tiempo Ordinario. 11/07/2010. Luc. 10,25-37

   Del comienzo del evangelio de hoy podemos sacar una preciosa oración para rezar diariamente, especialmente por la mañana al levantarnos. Podría ser la siguiente: "Quiero amar al Señor, mi Dios, con todo mi corazón y con toda mi alma y con todas mis fuerzas y con todo mi ser. Y al prójimo como a mi mismo". La repetición de la conjunción "y" le da mucha fuerza a la oración. Pero, no olvides lo del prójimo, que fácilmente nos sucede.

   El evangelista Lucas relata a continuación la parábola del buen samaritano. No obstante, según algunos exégetas, Jesús la relató en otro momento distinto refiriéndose a la gran misericordia de Dios. La principal razón que dan para afirmarlo es que Mateo y Marcos refieren también el diálogo con el maestro de la Ley, pero omiten la parábola. Lucas elabora la unión de ambas cosas.

   Leída o recordada la parábola podemos hacernos varias reflexiones. ¿Qué hay que pensar de quienes confían totalmente en la observancia de la ley religiosa y en el culto de la iglesia? ¿Será verdad que Dios funciona no desde lo elaborado por la religión sino, más bien, desde su infinita misericordia?. Para captar bien el mensaje de esta parábola no debemos situarnos desde la perspectiva del buen samaritano, sino desde la del herido caído en la cuneta. Este necesita misericordia en cantidad; de lo contrario, se muere en medio de grandes sufrimientos. Según lo dicho anteriormente, Jesús no relata esta parábola para explicar quién es nuestro prójimo. Lo hace en otro momento, para hablarnos de la misericordia infinita de Dios, aunque Lucas lo haya juntado.

   ¿Será verdad que la última palabra no la tiene la ley, que nos juzga, sino la misericordia de Dios que recibe nuestra oración clamorosa? El sacerdote y el levita obraron conforme a leyes religiosas y pasaron de largo. No desean quedar impuros por tocar a un desconocido ensangrentado y medio muerto. Sin embargo, el samaritano no se siente obligado a esas leyes religiosas que le quitan de ser humano en un momento determinado. El samaritano es un hereje irreconciliable para aquella sociedad religiosa judía. Y este hereje es el que acude en ayuda del apaleado tirado contra la cuneta. El hereje samaritano socorre expléndidamente al que se supone creyente judío, su gran enemigo.

   Ante este hecho, uno se pregunta: ¿Habrá que reordenarlo todo dando primacía absoluta a la misericordia? Debemos ver en la misericordia el mejor camino para entrar en el reino de Dios. Incluso debemos llegar a ser desleales al propio grupo institucional para identificarnos con el sufrimiento del herido tirado en la cuneta. Es la sana teología de la liberación.

   Práctica:
   Acostúmbrate a reflexionar sobre Dios desde el punto de vista de la misericordia.

lunes, 28 de junio de 2010

Domingo XIV del Tiempo Ordinario. 04/07/2010. Lucas, 10, 1-12.17-20.

   En el evangelio de este domingo tocaré fundamentalmente el tema de los oprimidos o marginados. En efecto, creo que es fundamental en el envío de los 72 discípulos aunque a primera vista no lo parezca.

   Ante todo, se debe realizar una panorámica de cómo estaba la situacíón económica de las gentes en la época de Jesús y, en concreto, en Galilea. Habían crecido mucho los impuestos y las tasas exigidas a los campesinos. La penuria era general en las aldeas. Muchos se endeudaban y, al no poder pagar sus deudas, perdían sus tierras que pasaban a engrosar las propiedades de los grandes terratenientes. A parte de una mala cosecha o enfermedad, el monocultivo que impulsaban los ricos hacía cada vez más vulnerable la situación de los campesinos pobres. Cultivaban en función de los negocios del trigo, el aceite o el vino y los campesinos pobres, arrendatarios y jornaleros, no podían obtener las judías y otros artículos necesarios para la vida diaria de la familia.

   En la época de Jesús, y algunos siglos antes, se distinguía entre los pobre que viven de un duro trabajo y los desposeídos de todo, que no tienen de qué vivir. Jesús se refiere siempre a estos últimos, que abundaban. Los setenta y dos discípulos enviados por él deben compartir la vida de esas gentes. Irán descalzos porque ellas no tienen dinero para comprarse unas sandalias. Por la misma razón, no llevarán alforja ni talego. Dependerán, como los pobres, de la hospitalidad de la gente. No se discute que el núcleo de estas instrucciones proviene de Jesús. Y, como se deduce de algún texto evangélico, Jesús y los suyos pasaron hambre en más de una ocasión.

   Se afirma que Jesús eligió deliberadamente una opción por los pobres. Los seguidores de la teología de la liberación ven la proclamación central de Jesús del reino, como un mensaje de liberación para los oprimidos y desamparados y la promesa de una sociedad libre y justa. Quizá sólo se pueda criticar a la teología de la liberación por ver la figura histórica de Jesús sólo desde un único punto de vista y olvidar la enseñanza completa de la Biblia. Pero, a dicha teología la avala una gran verdad cristiana, la verdad del amor.

   Entre los marginados de hoy día, se encuentran también las mujeres. En la iglesia, sólo se valoran por lo que ayudan, pero no se les deja ejercer ministerios, como es el presidir la eucaristía o la predicación. Sin embargo, los exégetas reconocen que en el Nuevo Testamento aparecen mujeres rigiendo iglesias y ¿quién puede negar que entre los setenta y dos discípulos que Jesús envía no había también mujeres?

   Propósito:
   Recordarse prácticamente de los que necesitan.

lunes, 21 de junio de 2010

Domingo XIII del Tiempo Ordinario. 27/06/2010. Lucas, 9, 51-62.

   Era en tiempos del mes judío de nisán, que corresponde al marzo-abril de nuestro calendario. Cuando se acerca el tiempo de irse al cielo Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén. En esa época, las lluvias de invierno van cesando y la primavera empieza a verse en las colinas de Galilea. Los brotes de las higueras anuncian una nueva vida. Esto, dice un autor, recuerda la inminente cercanía del reino de Dios, llenando el mundo de vida nueva. Las gentes se preparan para ir peregrinando a Jerusalén a la fiesta de la Pascua judía. Y Jesús también va, acompañado de sus discípulos y discípulas. Desde Galilea eran tres o cuatro días de camino, aunque Jesús habrá necesitado más, a juzgar por la cantidad de cosas que realizó, según nos dice el evangelista Lucas, que recuerda algunas veces que Jesús sigue yendo hacia Jerusalén.

   En el evangelio de hoy, toma especial importancia la llamada de Jesús a posibles discípulos que se van acercando a él. A algunos los llama él mismo. Otros se le presentan por propia iniciativa. Pero, a todos les hace tomar conciencia de lo que puede suponer seguirle. Las mujeres probablemente se acercaron atraídas por su acogida. Con gran sorpresa para muchos, Jesús las aceptó en su grupo de seguidores, algo que hoy deberíamos tener muy en cuenta, ante la gran escasez de sacerdotes.

   Jesús llama a algunos a seguirle. Nunca les propone ideales atractivos. Los llama a seguirle y eso es todo. No admite condiciones. Al primero que le dice "Te seguiré a donde vayas", Jesús le indica que el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Al que Jesús lllama, le dice en un lenguaje hiperbólico: "Deja que los muertos entierren a los muertos y tú vete a anunciar el reino de Dios". A otro que también desea seguirlo, pero pide un compás de espera, le recuerda que "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios".

   La llamada de cualquiera a ser o a vivir como cristiano es una llamada exigente. La exigencia no se refiere sólamente a la vida religiosa o sacerdotal. La exigencia se refiere a seguir a Jesús y dar testimonio de él, sea donde sea.

   Por último una maravillosa lección del evangelio de hoy. Cuando los mensajeros enviados por Jesús no son recibidos en una aldea de Samaria, se dirigen a él y le preguntan "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Jesús se volvió hacia ellos y los regañó. En él, no anida el afán de revancha, no hay lugar para la venganza. Es todo comprensión y perdón.

   Práctica:
   Existen conductas que no afectarían a la doctrina y que podrían cambiar. No todo en la Iglesia es irreformable. Pensemos y reflexionemos sobre la mujer-sacerdote. ¿Sería distinta nuestra Iglesia? En la primitiva iglesia había mujeres sacerdotes y a Jesús lo acompañaban discípulas.

miércoles, 16 de junio de 2010

Domingo XII del Tiempo Ordinario. 20/06/2010. Lucas 9,18-24.

   "Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos..." Así empieza el evangelio de hoy. Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Pero, hoy se presenta de manera distinta, orando él sólo mientras sus discípulos están haciendo lo que les parece. Encuentro en ello un ejemplo maravilloso para la sociedad actual. Quien está acostumbrado a la unión con Dios, orando en su interior con frecuencia amorosa y por lo tanto sin obsesionarse, es también capaz de orar en medio del bullicio del mundo, incluso en una discoteca. Sale espontáneamente del corazón un dar gracias a Dios "porque lo estoy pasando muy bien", un "te amo Señor" o un "gracias Señor porque soy feliz junto a tí". Es un sencillo ejemplo que tampoco olvida el recordar a los demás, a tus propios hijos por los que das gracias a Dios, a tu cónyuge al que amas de verdad, a tus padres y seres queridos que ya están en la presencia de Dios y les agrada que los recuerdes. El necesitado, sea quien sea, también está presente en tus espontáneas oraciones.

   El evangelio nos dice a continuación que Jesús pregunta a sus discípulos -no sólo a los apóstoles- ¿Quién dice la gente que soy yo? y después, ¿Y vosotros quién decís que soy yo? El impetuoso Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios". Había varias creencias sobre el "Mesías". Era esperado por todo el pueblo de Israel, pero cada grupo opinaba de distinta manera. De una u otra forma, todos creían que el Mesías traería el triunfo de Israel. Por eso, para evitar equívocos, Jesús no quiere que los discípulos lo propaguen como mesías. El destino de Jesús como Mesías no era llevar a Israel a una gran soberanía, a un gran poder. Jesús iba a ser perseguido por las personas influyentes, sobre todo por las autoridades religiosas, y tenía que someterse al sufrimiento y a la muerte. Un Mesías sufriente no lo aceptaba la gente. El mismo Pedro que lo proclama Mesías con tanto entusiasmo, cuando Jesús habla de los sufrimientos por los que tendrá que pasar quiere abandonarlo, como se dice en otro pasaje evangélico. Como se ve, cuando Pedro proclama a Jesús Mesías, no lo hace como un acto de fe, sino como un acto de interés egoísta. No obstante, Jesús habla de sus padecimientos, los desprecios que tendrá que soportar, su ejecución. Sin embargo, no excluye anunciar su resurrección.

   Como consecuencia, el discípulo no va a ser menos que el maestro y dice Jesús: "el que quiera seguirme cargue con su cruz y sígame..."

   Dos lecciones. Los que se aprovechan de la religión para obtener un prestigio social. Buscan el mesías que les interesa. Para quien ha llegado al meollo de una fe limpia ese interés carece de valor.

   La otra lección: no debemos avergonzarnos de nuestra fe, aunque nos cueste el afeamiento de los intolerantes.

   Práctica:
   Leer varias veces este comentario y hacer nuestra, como práctica, alguna de las ideas que en él se dan.

miércoles, 9 de junio de 2010

Domingo XI del Tiempo Ordinario. 13/06/2010. Luc. 7,36-50

   Dos ideas se entrelazan en el evangelio de este domingo, la de la prostituta que se acerca a Jesús para expresarle un inmenso amor con emocionadas lágrimas, y la del ejemplo que propone el mismo Jesús como razón para el perdón de los pecados.

   La mujer, al enterarse que Jesús está comiendo en casa de un friseo, va con un frasco de perfume, se coloca detrás de Jesús, junto a sus pies, y llorando se pone a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.

   Las actuales feministas cristianas, ven en el ensalzamiento que Jesús hace de esta mujer, frente a la desaprobación de los demás, una confirmación del lugar central de la mujer en la vida de la futura Iglesia. En el Nuevo Testamento hay ejemplos de mujeres dirigiendo comunidades cristianas como verdaderos presidentes de los actos de culto.

   Para la mujer, en aquella época, era un gran deshonor soltarse los cabellos delante de varones. Pero, esta mujer no repara en nada, está acostumbrada a ser despreciada. Además, las prostitutas colgaban algún frasco entre sus pechos para realzar su atractivo. Esta mujer abre el pequeño frasco que lleva colgado de su cuello y unge los pies de Jesús con un precioso perfume.

   Al darse cuenta Jesús del recelo de Simón por los gestos de la prostituta y porque la había recibido con serenidad, él le interpela con una pequeña parábola: un acreedor tenía dos deudores, uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más? La deuda del que más debe equivale al sueldo de casi dos años de trabajo en el campo. La del segundo, equivaldría al sueldo de siete semanas. La lección está clara.

   Con la llegada de Jesús, los pecadores nos sentimos aceptados por Dios, no por nuestros méritos, sino por la gran bondad del Padre del cielo. El Dios de la misecordia es la mejor noticia que podemos esperar todos.

   Jesús dice a la mujer: "Tus pecados están perdonados". Y añade: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Jesús utiliza la palabra hebrea ·shalom" que significa paz e indica la felicidad más completa. Jesús entiende el reino de Dios como un reino de vida y de paz. Dios es amigo de la vida.

   Nuestra vida está llena de ideas preconcebidas con las que nos atrevemos a juzgar a los demás. Nosotros, como creyentes, debemos mantener lo más básico y sustancial del evangelio y librarnos de multitud de aspectos meramente culturales. Esto supo hacerlo Jesús, que rompió con muchos tópicos de aquella época. Jesús usó de su libertad, sin prejuicios humanos, buscando siempre el bien de las personas.

   Práctica:
   Manteniendo nuestra fidelidad a Jesús, sepamos descubrir los prejuicios que llevamos dentro, que nos quitan libertad y nos privan de cumplir el evangelio en profundidad.

martes, 1 de junio de 2010

Solemnidad del Corpus. 06/06/2010. Lucas, 9,11b-17

   En el evangelio de este domingo es posible tocar varios aspectos: nuestras conversaciones, la ayuda al necesitado, la oración de Jesús y el aspecto eucarístico.

   Empieza el evangelio diciendo que: "Jesús se puso a hablar del reino de Dios al gentío". Nuestra pregunta es: ¿sabemos nosotros hablar con la gente sobre las cosas de Dios y de Jesús? ¿Por qué, a la vez que se toma algo en la cafetería, se habla con normalidad de fútbol o de otras cosas y la conversación sobre un asunto de temática religiosa se rehuye plenamente? ¿Es que de Dios sólo se puede hablar bien en la iglesia?

   Jesús curó al que lo necesitaba, nos dice el evangelio a continuación. Nosotros, salvo excepciones, no tenemos la facultad de hacer milagros. Pero sí podemos, a menudo, ayudar al que de verdad lo necesita. A Jesús le mueve en toda su acción, un inmenso amor hacia los demás. Jesús nos ama de verdad y nuestra correspondencia es amar a los demás, no como a nosotros mismos, sino con el mismo amor conque él nos ama.

   Dice el evangelio de hoy que Jesús, antes de la multiplicación de los panes y los peces, cogió los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo y pronunció la bendición. No se trata de bendecir el pan y los peces como pensaríamos nosotros. Se llama bendición porque se bendice a Dios y se le pide perdón. Por ejemplo, "Reina tu sólo sobre nosotros" o "Borra y aleja nuestro pecado pues tu misericordia es grande; bendito seas Señor que nos perdonas". Jesús, al parecer, tenía la costumbre de orar elevando sus ojos al cielo.

   Sobre la referencia a la eucaristía en el evangelio de la multiplicación de los panes y los peces, y sin entrar a analizar el texto en sí, debe reconocerse que, en las sepulturas de los cementerios subterráneos o catacumbas romanas, abundan los símbolos eucarísticos. Con ello, la teología posee una magnífica información complementaria al Nuevo Testamento, en lo que se refiere a la eucaristía. La multiplicación de los panes y los peces es el símbolo más preferido. Se representa en la multiplicación, incluso la fracción del pan por el que preside y el cáliz. En el cementerio de Santa Priscila, esta representación del siglo II es la primera que se hace de la ofrenda de la misa en el arte cristiano.

   En esta celebración del Corpus o día de la Eucaristía, las ideas expuestas parecen realmente oportunas. No se puede amar a Jesús sin tenerlo en la punta de la lengua para bendecirlo sin respetos humanos, con cualquiera y en cualquier lugar. Pero, no se puede amar a Dios sin amar al hermano como él nos ama. Además, para el cristiano es fundamental la vida de oración y la recepción frecuente de la Eucaristía.

lunes, 24 de mayo de 2010

Domingo de la Santísima Trinidad. 30/05/2010. Juan, 16,12-15.

   A Jesús le queda mucho por decir a los discípulos, pero no serían capaces de soportarlo y asimilarlo. Aún no ha muerto Jesús aunque su muerte está cerca. De saber cómo sería su muerte, la reacción podría haber sido desoladora. Ya lo fue cuando llegó la realidad. Pero el recuerdo de Jesús era muy fuerte y el Espíritu los iba conduciendo haciéndoles caminar en medio de la fuerte oscuridad e inmenso dolor.

   Dice Jesús a los discípulos, no sólo a los apóstoles, que el Espíritu de la verdad los guiará hasta la verdad plena. No se trata de la posibilidad de definir nuevos dogmas a través de la historia. Lo que hace el Espíritu es proponernos continuamente la realidad de Jesús. En determinadas épocas ha sido difícil y será también, mantener el testimonio de Jesús y orientar nuestra actividad como él quiere. En todos esos casos, la comunidad de creyentes percibirá la voz del Espíritu, que es la de Jesús mismo. Pero, podemos oponernos al Espíritu si no estamos con los ojos abiertos a la realidad de la vida y de la historia. El Espíritu nos habla no sólo interiormente, sino también a través de los signos de los tiempos, algo que nos recordó el concilio Vaticano II y de lo que nos olvidamos con facilidad. Se tiene miedo a la evolución e involucionamos con frecuencia. No queremos que el Espíritu nos sitúe en la realidad, con los pies en la tierra. No le dejamos que nos hable a tavés de la historia, como si esta no se pudiera ver positivamente a través del evangelio de Jesús. Si éste nazareno apareciese hoy de nuevo, que daríamos avergonzados viendo su amor y comprensión hacia el pueblo, a la vez que su recriminación hacia muchos dirigentes.

   Si queremos acertar, hemos de estar abiertos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que la interpreta. Todo es que sepamos abrirnos al Espíritu y a la vida sin abundar tanto en condenaciones, aunque alguna vez haya que hacerlo.

   Según dice el versículo 14, el Espíritu recibirá del mismo Jesús lo que nos vaya comunicando. Por ello, el Espíritu toma de Jesús el inmenso amor que este nos tiene y lo comunica. El don del Espíritu no es sólo una iluminación, sino una comunicación del amor de Jesús que es un amor operativo, que nos mueve hacia los demás. Tal es la función del Espíritu de la verdad.

   Propósito:
   Hablar con otros sobre cómo sería la predicación de Jesús, con su mirada iluminada por el amor y la comprensión, en los tiempos actuales.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Pascua de Pentecostés. 23/05/2010. Juan, 14,15-16, 23b-26

   Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Así comienza el evangelio de hoy. Lo primero es amar de verdad a Jesús, pero ello tiene un efecto de ida y vuelta. Como se dice hoy hay un efecto de feed-back. Amar a Jesús es condición para cumplir sus mandamientos y, viceversa, cumplirlos es la prueba de amor a él. Los mandamientos de Jesús no se imponen, son fruto del amor. No se trata de la obediencia a normas externas; se trata de sintonizar con Jesús y expandir externamente dicha sintonía.

   Los mandamientos de Jesús son todo lo que tiene que ver con el mandamiento del amor. No son los mandamientos de la Ley de Moisés, que llamamos los mandamientos de la Ley de Dios. Los mandamientos de Jesús son la respuesta del amor a la necesidad de las personas en cada circunstancia.

   El que ama a Jesús cumple su palabra, su mensaje, y, entonces, el Padre Dios demuestra su amor. Si cumplimos el mensaje de Jesús, el Padre y él vienen y se quedan en nosotros. Esta presencia de Dios en nosotros se experimenta como una cercanía. Esta experiencia tiene una gran importancia para permanecer siempre fieles a la enseñanza de Jesús. Esa experiencia se traduce en amor. Dice el evangelio de hoy: "Mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él". El Padre y Jesús vienen a vivir en el discípulo y esa condición se expresa en términos de amor. Dios nos ama. Y esto es palabra de Dios según nos dice Jesús. Hay un contacto personal entre el Padre, Jesús y cada discípulo. Es la experiencia comunitaria. Es el efecto del don del Espíritu, que nos identifica con Jesús e imprime al hombre su dinamismo para la acción. Pero, es necesario seguir la enseñanza de Jesús y ese dinamismo vendrá a nosotros para darnos nuevos impulsos. Es el efecto de feed-back que decíamos al principio.

   El Espíritu que nos envía el Padre nos irá enseñando todo. Pero no se trata de que nos irá enseñando cosas nuevas, sino que nos recordará todo lo que Jesús ya nos ha expuesto. Y es suficiente.

   La experiencia de Dios Padre y de Jesús es sumamente necesaria en la pastoral. Con una experiencia fuerte de Jesús no se daría un abandono tan grande de las vivencias de la fe después de la confirmación, o, incluso ya, una vez hecha la primera comunión. Como dijo un buen teólogo: "La fe está basada en un contacto personal con Cristo" (Danielou).

   Práctica:
   Es necesario descubrir y revivir la experiencia de Jesús en nosotros.

lunes, 10 de mayo de 2010

Ascensión del Señor. 16/05/2010. Lucas 24,46-53

Tres ideas se presentan en el evangelio de hoy. La primera es que se ha de predicar la conversión y el perdón de los pecados a todo el mundo. En la segunda, es que serán revestidos de la fuerza de lo alto. Finalmente, Jesús bendice a los discípulos y se separa de ellos subiendo hacia el cielo.

Con bastante frecuencia, el Nuevo Testamento habla de una u otra forma de la exaltación de Jesús. Así aparece en un himno antiguo citado en la epístola a los Filipenses, cap.2, versículos 6-11. Así también en la epístola a los hebreos 1,3-4. En este y otros pasajes se afirma que tras los sufrimientos en este mundo, Jesús, el Hijo, es investido por Dios con una autoridad suprema sobre el cosmos.

Jesús ordena a los discípulos, no sólo a los apóstoles, predicar la conversión y el perdón de los pecados a todo el mundo. No se trata sólo de predicar el perdón de los pecados sino de que se realice dicho perdón. Predicarlo, a secas, no valdría gran cosa. La conversión es imprescindible y comprende, fundamentalmente, el dejar de cometer injusticias. A través de todo el evangelio, el ser humano es muy importante y nuestra conversión es, en pricipio, crear un mundo en el que desaparezcan las injusticias y, por ello, bendecir a Dios. El que ingresa en la comunidad cristiana tiene como exigencia primera no cometer injusticias y amar a todos como Dios nos ama.

Una segunda idea del evangelio que se comenta es que recibiremos una fuerza de lo alto, es decir, el Espíritu que Jesús nos envía. Si cultivamos ese Espíritu siguiendo sus inspiraciones sabremos lo que es experimentar a Dios en nosotros. Si hubiésemos sabido llevar a la juventud hacia una experiencia real de Dios tendríamos, sin lugar a duda, otro tipo de creyentes.

En cuanto al tercer aspecto, es decir, la ascensión de Jesús a los cielos después de tanto sufrimiento es necesario recordar que Jesús ya había tenido, que sepamos, la experiencia mística de ser arrebatado por Dios el dia de su transfiguración. Tal día como hoy, Jesús vuelve a ser arrebatado por su Padre de una forma definitiva. Este camino es nuestro porpio camino. O, mejor, debe ser nuestro camino. Se debe promover de forma correcta la experiencia mística entre todos los discípulos. Una experiencia auténtica, no una seudoexperiencia. Pero es muy necesario en los tiempos actuales.

Propósito:
Aprender a contactar con Jesús a través de la fe, la oración y la comunión y siempre ayudando a los demás con el mismo amor que Dios nos tiene.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.