martes, 25 de marzo de 2014

IV Domingo de Cuaresma. Ciclo A. 30/03/2014. Juan 9,1-38

En la primera lectura de este cuarto domingo de Cuaresma, tomada del primer libro de Samuel (16, 1b. 6-7. 10-13a) se empieza a dar importancia a Belén pues en ella nacerá Jesús. Pero antes, nacerá en Belén el gran rey David. Sin embargo, la gran lección de esta lectura es que "Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón". En efecto, cuando vamos por la calle, vamos viendo personas, y nada más que personas. Es lo que vemos porque no miramos con la mirada de la fe. No vemos que Dios está dentro de cada uno, en lo más íntimo de cada ser. Y está dentro de cada uno, amándolo con un amor inmenso. Esa es la verdad de Dios y cómo el nos conoce y nos ama. Y, de una forma o de otra, a veces, Dios se nos hace presente y nos invade con su espíritu, como le sucedió al ungido rey David.

   De la segunda lectura (Efesios 5, 8-14), podemos quedarnos con la última frase que lo resume todo: "Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz". Es una bonita oración para rezar al despertar por la mañana, o al salir de casa o del portal. Merece la pena aprenderla de memoria.

   El evangelio de hoy es una maravilla. Nos enseña el profundo significado de Jesús como luz del mundo. No se puede tomar el relato del ciego de nacimiento como un hecho real. Es un relato metafórico henchido de significado. El versículo 5, suprimido por la liturgia, dice que Jesús es la luz del mundo. Es un abuso de los hombres de Iglesia que lo suprimieron. Pero, es un versículo fundamental. Jesús es la luz por oposición a las tinieblas. Haciendo barro con la saliva alude a la creación del hombre. (Era doctrina tradicional que la saliva del primogénito de un padre curaba las enfermedades de los ojos). Jesús está creando al nuevo hombre y envía al ciego de nacimiento a lavarse en la piscina de Siloé, que significa "enviado". Se hacían allí los baños o bautismos de los paganos que se convertían al judaísmo. Jesús pone en el mismo plano al judío ciego de nacimiento y a los paganos.

   Sin embargo, Jesús no envía al ciego a la piscina para que se purifique pues, como dice el también eliminado versículo 2, no habían pecado ni él ni sus padres. Estaba ciego sin culpa, no necesitaba purificarse por el asunto de la ceguera. Se pone en contacto con el agua del Enviado (nombre de la piscina) y eso es suficiente para ver. Aquí no hay una doctrina por el medio. Hay una experiencia vital, interior. Hay un hombre nuevo, creado por Jesús, que ve con los ojos del alma. Es la gracia y la verdad que nos llegó por medio de Jesús, que es la luz del mundo.

   Compromiso:
   Reflexionar sobre mis experiencias religiosas interiores y revivirlas.

 
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