miércoles, 3 de abril de 2013

Domingo VIII de Pascua. Ciclo C. 07/04/2013. Juan 20, 19-31

   En la primera lectura de la misa de hoy, (Hechos de los Apóstoles 5,12-16) se señala un lugar del Templo de Jerusalén donde se reunían los primeros cristianos. Era el pórtico de Salomón. Y crecía el número de personas que  se adhería al Señor por la fe. Es importante notar que Lucas no presenta los signos y prodigios que hacían los apóstoles como algo que lleva por sí sólo a la fe. Esta nace únicamente de la proclamación por la palabra.

   Pedro es presentado como un hombre religioso lleno de una fuerza sobrenatural y divina que se manifiesta a su alrededor. Es el acontecimiento salvífico definitivo que irrumpe en la existencia humana. Esto sucede a menudo. El hombre que recibe a Jesús en la comunión, después de muchos años de no hacerlo, y esperando la muerte, y exclama: ¡Qué pena no haberlo hecho antes, pues soy inmensamente feliz!

   La segunda lectura, tomada del libro bíblico del Apocalipsis (1,9-19) dice que Juan se encontraba en la isla de Patmos, actualmente con el nombre de Patino para quien desee buscarla en internet y forma parte de las islas Esperadas. Los romanos la utilizaban como lugar de deportación, y esa era la razón por la que Juan estaba allí, castigado a causa del evangelio y condenado a trabajos forzados por Domiciano. Esta lectura nos recuerda a Jesús resucitado que es un sol resplandeciente con todas sus fuerzas.

   En el evangelio de hoy, Jesús se aparece a sus discípulos y lo primero que les dice es: "Paz a vosotros". Esta paz tiene todo el sabor de la paz judía. No indica la ausencia de persecución, de conflictos; es una paz interior que Dios da en las alegrías y en las penas. Es el shalom judío. De hecho, los discípulos - no sólo los apóstoles - están con las puertas cerradas por miedo de los judíos. Y Jesús les da esa paz interior, el regalo de Dios. En pensamiento judío, esa paz era señal de que Dios traía su armonía de los tiempos escatológicos o finales.

   En la época en que se escribió este evangelio, la iglesia tenía el problema de los docetitas y gnósticos. Ambos creían que la materia era mala y que, por lo tanto, Jesús no podía ser de verdad humano. Durante la historia, los cristianos hemos considerado que el cuerpo nos arrastraba al pecado. A menudo, no hemos sabido pensar en positivo. Nuestro cuerpo es obra de Dios, al igual que nuestro espíritu. Las apariciones de Jesús enseñando su cuerpo, sus manos y su costado, nos indica lo positivo del cuerpo, que aunque resucitado, sigue siendo cuerpo.

   Jesús, después de dar Espíritu Santo a todos los presentes, les dice: "a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes los retengais, les serán retenidos". Jesús lo dice no sólo a los apóstoles sino a todos los discípulos que se encuentran allí. En Juan, el pecado no es una transgresión moral; es no reconocer la verdad. A los que aceptan el mensaje y reconocen a Cristo resucitado, se les perdonan los pecados. Son reconciliados con Dios y con los hermanos. En adelante, actualizarán este reconocer a Cristo como resucitado, por medio de la fe.

   Compromiso:
   Buca Patino, antigua Patmos, lugar donde estuvo Juan condenado a trabajos forzados por propagar la fe.

   (Para completar ideas puede consultar mi comentario del 11/04/2010 de la siguiente manera: 1- escribir en google teología ovetense. 2- Hacer click en la primera búsqueda que aparece. 3- En la columna de la derecha, buscar "entradas anteriores" y hacer click en 2010. 4- Pasar todos los comentarios y al final hacer click en "entradas antiguas". 5- Buscar el domingo del 11/04/2010.        También se puede hacer la búsqueda pulsando la etiqueta pecado.)

 
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