miércoles, 6 de agosto de 2014

XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 10-8-2014. Mateo 14, 22-33

     La primera lectura, tomada del primer libro de los Reyes (19, 9a.11-13a), nos recuerda el viaje de Elías hasta el monte Horeb o Sinaí, para así beber de las mismas fuentes donde Moisés recibió la alianza de Dios hecha con su pueblo. Elías se refugia en una cueva y pasa por un momento crucial en su misión. Su vuelta a las fuentes es premiada con la frescura de la presencia de Dios, que es siempre fiel.

     Hoy urge volver de nuevo a las fuentes y a los orígenes del cristianismo, para encontrar allí el hilo conductor de nuestra propia historia y tenerlo en cuenta. Es totalmente necesario para comprender los nuevos signos de los tiempos. Hoy día el mundo exige unas nuevas respuestas y una puesta al día evangélica y actualizada de la Iglesia. Elías, el profeta, sigue siendo un modelo ejemplar de la vuelta a las fuentes, tanto para los que anuncian el mensaje del evangelio como para todo el pueblo de Dios.

     La segunda lectura, tomada de la carta de Pablo a los Romanos (9, 1-5), presenta al apóstol como un apasionado por su pueblo. En efecto, porque sus hermanos judíos no aceptan a Cristo, siente una gran pena y un dolor incesante. Hoy día Pablo sentiría esa misma pena y dolor ante la magna división entre los cristianos. Los judíos tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Pero no aceptan a Cristo. Los cristianos separados lo tienen todo, como nosotros prácticamente. Si vamos a las fuentes, según la lección de la primera lectura, encontraremos que así es. Y es triste que siendo todos de Cristo, estemos tan divididos. Vayamos todos al encuentro unos de otros y cedamos todo lo que las fuentes permitan.

     El evangelio de hoy nos presenta a Jesús andando sobre las aguas. Empieza destacando cómo Jesús es un hombre de oración. A menudo se retira al atardecer o al anochecer para hacer oración en un monte. En la tradición del antiguo oriente, la montaña tiene un profundo significado religioso. En la oración, Jesús, como hombre, entra en un contacto íntimo con el Padre. ¿Tu entras en alguna iglesia para hacer oración, ponerte en la presencia de Dios, alabarle, agradecerle...? Imitemos a Jesús y hagamos oración.

     Muchas narraciones de milagros no se refieren a milagros verdaderos. Reflejan problemas de los primeros cristianos, cuya solución el evangelista la describe como sucedida en tiempos de Jesús. En este caso, se tambalea la fe de alguna de las comunidades de Mateo. Eso es como una tempoestad en el mar. Pero Jesús estará con ellos. Y con Jesús en el corazón, no podemos tener miedo. Pero Pedro, que es importante en la iglesia mateína, necesita no obstante fortalecer su fe, pues él mismo duda. Jesús tiene que decirle: "¡Qué poca fe tienes!". La tempestad se amainó y todos los discípulos de la barca se postran ante Él y le dicen: "Realmente eres Hijo de Dios".

     Ante la necesidad de volver a las fuentes del primer cristianismo, o la necesidad inaplazable del ecumenismo, lancémonos a ello sin tener miedo, confiando plenamente en Jesús. Esta es la relación de las tres lecturas.

Compromiso: Interesarme por la fe de los primeros cristianos.



 
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