jueves, 16 de septiembre de 2010

Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 19-9-2010. Lucas 16, 1-13

El evangelio de hoy se encuentra en el extenso relato que Lucas hace sobre el viaje de Jesús a Jerusalén. Al igual que los evangelios de Marcos y Mateo, Lucas tiene en su mente la situación de la Iglesia tras la muerte de Jesús. Esto es muy importante tenerlo en cuenta a la hora de comprenderlos.
Hoy, el evangelista pone en boca de Jesús la parábola del administrador infiel. Un hombre rico se entera de que su gestor le administra mal los bienes. Este, al ver que va a ser despedido, llama a los deudores y les concede que rebajen a la mitad su deuda. Así, el administrador piensa tener amigos que lo reciban cuando sea despedido. Es una parábola que sólo nos transmite el evangelio de Lucas. Ni Mateo, ni Marcos ni Juan lo hacen.
Seguramente, en la primitiva comunidad cristiana, existían ricos terratenientes cuya riqueza la habían adquirido explotando a los campesinos, único colectivo que producía riqueza en aquella época. El reino de Dios exige terminar con esa inicua explotación. Por esta razón el evangelio de hoy analiza afirmando que no podemos servir a Dios y al dinero a la vez.
Debido a enfermedades o malas cosechas, la penuria era general en las aldeas. La única salida entonces era pedir algún préstamo a los que tenían grandes almacenes de grano. Pero muchos no podían finalmente pagar sus deudas y se veían obligados a hacerlo desprendiéndose de algunas fincas, que pasaban a engrosar las propiedades de los grandes terratenientes. Ello obliga a Jesús a terminar afirmando:

ninguno puede servir a dos amos porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso al segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Todos los autores consideran que estas palabras fueron dichas por el mismo Jesús, con lo que estamos tocando su propio pensamiento. Es cosa muy seria.
Las riquezas no pueden ser adquiridas injustamente o aprovechándose de la impotencia de los demás. Cuando por el ahorro y el trabajo se tienen, deben emplearse para el bien y jamás olvidar al necesitado de verdad. Así, tendremos amigos para la vida eterna.
Si en nuestras comunidades cristianas hay ricos epulones, pertenezcan a los simples laicos o a la jerarquía eclesiástica, ya saben lo que tienen que hacer si desean ser creyentes de Cristo.

Compromiso: reflexiona en cristiano sobre el sentido del dinero y la riqueza.


 
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