lunes, 16 de junio de 2014

Domingo Solemnidad del Corpus. Ciclo A. 22/6/2014. Juan 6, 51-58

   En las tres lecturas de la misa de hoy aparece la palabra "pan", como no podía ser menos en la festividad del Cuerpo de Cristo.

   En la primera lectura (Deuteronomio, 8, 2-3, 14-16), el pan está representado por el maná como alimento. Moisés, hablando al pueblo, le pide que no se olvide de Dios, no sólo cuando las cosas van bien, sino también cuando van mal o muy mal. El pueblo israelita pasó por un desierto inmenso y terrible, lleno de alacranes y otros animales muy dañinos y sin gota de agua. Sin embargo, Dios lo alimentó con el maná que no conocían sus padres. El pueblo israelita se comportó como un pueblo que, en medio de sus pecados, trató de ser lo más fiel posible a Dios. Moisés les enseña que "no sólo de pan vive el hombre sino de todo cuanto sale de la boca de Dios".
 
   En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, siempre, hemos de ser fieles a Dios. Y, en nuestros pecados, hemos de saber volvernos hacia el Señor para arrepentirnos y rectificar, aunque volvamos a caer.
 
   La segunda lectura, (1 Corintios 10, 16-17), ya menciona expresamente la Eucaristía, llamándola Acción de Gracias. Tres veces aparece la mención del pan. Tanto la sangre de Cristo, como el pan que partimos en la Eucaristía nos unen a todos. La Eucaristía es la plenitud de la presencia de Cristo en medio de los hermanos, que están reunidos en su nombre. Esto es básico para comprender la presencia de Cristo que se nos da plenamente. La liturgia debe expresarlo combinando expresiones  de verdadera alegría, vivida por todos, los que estamos reunidos en nombre de Cristo, a la vez que se expresa la oración conjunta y la unión de todos como creyentes. Todos formamos un solo cuerpo como dice la lectura.

   El evangelio nos proclama definitivamente la realidad de la eucaristia. Cinco veces aparece la palabra pan. Al cáliz se hace mención cuando Jesús habla de beber su sangre. En este evangelio, cómo sería la expresión de Jesús que se asustan de tener que comerlo. Parece que se excluye todo sentido metafórico. Pero, debemos movernos en el campo de un Cristo resucitado para que sea real su presencia como comida entre hermanos, reunidos en su nombre. No debemos olvidar las primeras eucaristías de los discípulos, en que Jesús resucitado se hace presente en medio de ellos, estando con las puertas trancadas.

   ¿Cómo se come y se bebe un cuerpo resucitado? Se come y se bebe con el mismo gesto de comer y beber y con gran fe de que se trata del cuerpo y sangre de Cristo resucitado. El está presente y nos sana. La eucaristía tiene un efecto sanador para el que la recibe con fe. ¡Bien lo han experimentado los que han sanado de sus drogadicciones y pasiones!

Compromiso:
   Tomar en serio la presencia de Cristo en la Eucaristía.

 
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