miércoles, 9 de noviembre de 2011

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 13/11/2011. Ciclo A. Mateo,25,14-30.

   El evangelio de este domingo se refiere a la conocida parábola de los talentos. Eran estos una moneda de altísimo valor, variable según las regiones. Tan alto valor que algunos comentaristas hacen equivaler el talento a un millón.

   Así, en este evangelio, el dueño daría cinco millones a un empleado para que se los administrase bien; a otro le dejaría dos millones y, a un tercero, un millón para lo mismo.

   Los dos primeros administraron tan bien, que doblaron el capital, recibiendo en recompensa una buena subida de categoría en el empleo y pasando a celebrar, en una fiesta, el regreso del señor dueño. Sin embargo, el tercer empleado no entregó ningún beneficio por no haber puesto a producir el millón que se le había encomendado. Este recibe el castigo correspondiente.

   Este evangelio es una llamada a la responsabilidad. Todos hemos recibido dones que no deben quedar ociosos. Debemos ponerlos a producir. No debemos limitarnos a la simple misa de los domingos. Es necesario acompañarla con algo más. Sin entrometernos en sus casas o en su vida privada; sin herirles, en muchas cosas o en muchas ocasiones podemos ayudar a los demás. Ayudar sin buscar agradecimiento, para animarnos más y no desfallecer. Quizás estás preparado para ayudar a que se formen en conocimientos teológico-bíblicos a la vez que tú te formas también. Todos caminando juntos. Cuando arrecian las fuerzas que luchan contra la religión, nosotros no podemos dormirnos en los laureles.

   Pero, es necesario tener clalra una idea: que nuestro Dios el evangelio no es como el señor de la parábola de hoy. Un señor que quiere segar cosecha donde no sembró y recogerla donde no esparció la semilla. El Dios del evangelio nos trae la salvación segura si nosotros no queremos rechazarla. No está esperando a que tengamos pecado para condenarnos. Todos tenemos pecados y todos esperamos la salvación que viene de Dios por la gracia de Jesucristo. La tenemos conseguida y prometida. Precisamente por eso, nuestra obligación de trabajar por el reino de Dios es de agradecidos, no para merecer. Nunca tendremos méritos suficientes para poder exigir el premio. El premio nos viene dado de gracia. Las parábolas son un impulso para trabajar, pero no expresan la teología de la justificación y el mérito.

   Trabajemos como cristianos de fe, si queremos ser agradecidos.

   Compromiso:
   Como dice la juventud: "La imaginación al poder". Pues, ¡Ten imaginación!

 
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