lunes, 11 de febrero de 2019

VI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 17/02/2019. Lucas 6, 17.20-26

   En este domingo no aparece una idea central que trate de unificar el sentido de la fiesta. Cada lectura aporta su idea o vivencia desde la cual podamos tener nuestras vivencias espirituales.

   Como texto a recordar y meditar puede deducirse de la primera lectura: "Bendito el que confía en el Señor... Será un árbol plantado junto al agua...; no teme la llegada del calor, sus hojas siempre están verdes" (Jeremías 17).

   Jeremías (17, 5-8) tiene un sentido muy claro meditando la frase propuesta para recordar y contrastando con su opuesta: "Maldito el que confía en el hombre... apartando su corazón del Señor. Será como un cardo que nunca recibe la lluvia".

   La segunda lectura (1 Corintios 15, 12. 16-20) tiene como tema la resurrección de los muertos. Forma el núcleo del mensaje paulino. En efecto, muchos cristianos en Corinto dudaban de que hubiese una resurrección de los muertos. Pablo argumenta afirmando que Cristo ha resucitado y relata una serie de testigos que lo acreditan. Y Cristo es primicia de los que ya han muerto. Porque ha resucitado Cristo, todos resucitaremos.

   Si en la primera lectura se habla de la confianza en Dios y en la segunda de nuestra resurrección, ahora en la lectura evangélica, al bajar del monte, en la llanura, Jesús predica las bienaventuranzas. Todos deberíamos saberlas de memoria para recordarlas y practicarlas. En el fondo, las bienaventuranzas son reflejo de nuestro amor a Dios y al prójimo. Cuando el pobre, el triste, el perseguido, vive cerca de Dios, las luces aparecen, las vivencias espirituales son una auténtica realidad y Dios premia solucionándose muchos problemas o no dando importancia a otros. Echarse en los brazos de Dios, confiándose, amándole, es abrirse a la vida divina. Es acercarse a la fuente de la paz interior. Todos carecemos de alguna cosa material o espiritual, pero todos podemos encontrar la paz en Dios. Con estos pensamientos, con estas vivencias, nuestra vida será muy diferente. Por todo ello, conviene tener muy presentes las bienaventuranzas, pero la realidad es que las vivencias espirituales a las que nos hemos referido nos conducen a la inmensidad de Dios, a la vida mística. En realidad, los azares de la vida, sus calamidades, debemos saber aprovecharlos espiritualmente, pero sin animalarse en la defensa de nuestros derechos y los de los demás.

   Compromiso:
   Tú decides.

 
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