miércoles, 30 de septiembre de 2009

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. 11/10/2009. Marcos, 10,17-30

El evangelio de hoy sigue presentándonos situaciones de la primera comunidad cristiana, como se refleja por los abundantes presentes históricos del original griego y que no se traducen como tales en el leccionario de la misa.



Un rico se presenta a Jesús y le pregunta sobre la forma de conseguir la vida definitiva. Los judíos tenían que cumplir con un montón de observancias y de mandamientos si querían obtener la vida futura. Era para volverle a uno loco.



De ahí el por qué de la pregunta que hace a Jesús. Este le contesta: ya sabes los mandamientos: "no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre (v.v. 18-19)". Jesús no menciona los tres primeros mandamientos, que se refieren a Dios. Expone un código de conducta que vale para todos los hombres. Estos son los principios fundamentales que garantizan la convivencia básica entre las personas de diferentes creencias. Es algo a tener en cuenta el día que se realice una teología de todas las religiones.



El rico declara que todo eso ya lo cumple. Jesús le contesta: "Una cosa te falta; anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y luego sígueme (v.v. 20-21)".



Cumplir los mandamientos es un principio de respeto y amor a los demás, pero no es un amor pleno. No hacer daño no supone una preocupación positiva por el bien de los demás. El que se compromete en la lucha por la justicia, el que es solidario con sus semejantes, luchando por el bien, ese está por encima del exclusivo cumplimiento de los mandamientos. Ese tiene un tesoro en el cielo, ese sigue de verdad a Jesús. Eso lo pone en verdadera armonía con Dios, que nos ama a raudales.

El rico no es capaz de dar esa talla evangélica y se marcha triste porque tenía muchas posesiones. Entonces, Jesús dice: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!(v.23)".

Aquí, se manifiesta una diferencia entre la vida definitiva y el Reino de Dios. Para conseguir la primera bastaba con cumplir los mandamientos como propone Jesús. Entrar en el Reino de Dios es, aquí, entrar en la comunidad de Jesús.

Los judíos eran muy dados al lenguaje hiperbólico o exagerado. Por eso Jesús afirma que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios, en su comunidad. Dicen los discípulos: "Entonces, ¿Quién puede salvarse (v. 26)?". Esta es la traducción de la lectura en la misa, pero los exégetas prefieren la de "¿quién puede subsistir?". La comunidad de Jesús es de gente económicamente débil, pero que se ayudan unos a otros. De ahí, el pensamiento de los discípulos: si no viene gente muy rica ¡cómo podremos subsistir!. Sin embargo, Jesús les dice que para Dios todo es posible. Y no cabe duda que la solidaridad entre los que están con Jesús, produce milagros.

Compromiso:
Trata de comprender en profundidad este evangelio.

 
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