miércoles, 16 de junio de 2010

Domingo XII del Tiempo Ordinario. 20/06/2010. Lucas 9,18-24.

   "Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos..." Así empieza el evangelio de hoy. Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Pero, hoy se presenta de manera distinta, orando él sólo mientras sus discípulos están haciendo lo que les parece. Encuentro en ello un ejemplo maravilloso para la sociedad actual. Quien está acostumbrado a la unión con Dios, orando en su interior con frecuencia amorosa y por lo tanto sin obsesionarse, es también capaz de orar en medio del bullicio del mundo, incluso en una discoteca. Sale espontáneamente del corazón un dar gracias a Dios "porque lo estoy pasando muy bien", un "te amo Señor" o un "gracias Señor porque soy feliz junto a tí". Es un sencillo ejemplo que tampoco olvida el recordar a los demás, a tus propios hijos por los que das gracias a Dios, a tu cónyuge al que amas de verdad, a tus padres y seres queridos que ya están en la presencia de Dios y les agrada que los recuerdes. El necesitado, sea quien sea, también está presente en tus espontáneas oraciones.

   El evangelio nos dice a continuación que Jesús pregunta a sus discípulos -no sólo a los apóstoles- ¿Quién dice la gente que soy yo? y después, ¿Y vosotros quién decís que soy yo? El impetuoso Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios". Había varias creencias sobre el "Mesías". Era esperado por todo el pueblo de Israel, pero cada grupo opinaba de distinta manera. De una u otra forma, todos creían que el Mesías traería el triunfo de Israel. Por eso, para evitar equívocos, Jesús no quiere que los discípulos lo propaguen como mesías. El destino de Jesús como Mesías no era llevar a Israel a una gran soberanía, a un gran poder. Jesús iba a ser perseguido por las personas influyentes, sobre todo por las autoridades religiosas, y tenía que someterse al sufrimiento y a la muerte. Un Mesías sufriente no lo aceptaba la gente. El mismo Pedro que lo proclama Mesías con tanto entusiasmo, cuando Jesús habla de los sufrimientos por los que tendrá que pasar quiere abandonarlo, como se dice en otro pasaje evangélico. Como se ve, cuando Pedro proclama a Jesús Mesías, no lo hace como un acto de fe, sino como un acto de interés egoísta. No obstante, Jesús habla de sus padecimientos, los desprecios que tendrá que soportar, su ejecución. Sin embargo, no excluye anunciar su resurrección.

   Como consecuencia, el discípulo no va a ser menos que el maestro y dice Jesús: "el que quiera seguirme cargue con su cruz y sígame..."

   Dos lecciones. Los que se aprovechan de la religión para obtener un prestigio social. Buscan el mesías que les interesa. Para quien ha llegado al meollo de una fe limpia ese interés carece de valor.

   La otra lección: no debemos avergonzarnos de nuestra fe, aunque nos cueste el afeamiento de los intolerantes.

   Práctica:
   Leer varias veces este comentario y hacer nuestra, como práctica, alguna de las ideas que en él se dan.

 
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