martes, 17 de diciembre de 2013

IV Domingo de Adviento. Ciclo A. 22/12/213. Mateo, 1,18-24

   Nos acercamos ya a la celebración del nacimiento de Jesús. La primera lectura de la misa es del libro de Isaías (7,1-14). El rey Acaz recibe una señal de parte de Dios. En la mentalidad de Isaías, una señal no es precisamente un milagro, sino algo que va a suceder más o menos pronto y que tiene que ayudarle a esperar con fe lo que se realizará en el futuro.

   Se pone como señal que una virgen o joven dará a luz un hijo y se le pondrá por nombre Emmanuel o Dios con nosotros.

   Esta virgen es, probablemente la esposa del rey y, la señal consiste en que la joven esposa que aún no ha tenido hijos, va a dar a luz un niño: Ezequías. El continuará la dinastía de David.

   Aquí, la tradición cristiana vió el anuncio de la concepción de María y el nacimiento de Jesús.

   La segunda lectura es de la carta de Pablo a los Romanos (1,1-7). Nos presenta Jesús constituído Señor por su resurrección. "Señer" es la traduccíon griega de la palabra hebrea que significa "Dios". La palabra "Señor" representa, pues, con fuerza el estatus de Dios que Cristo posee.

   La misión de Pablo, según esta carta, es lograr que los gentiles respondan a la fe, obedezcan a la fe. La respuesta, la obediencia, es inseparable de la fe. Es una extensión de la fe. Jesús nos llama a todos a evangelizar y una llamada no significa nada si la persona no obedece a la llamada. Eso es la obediencia a la fe.

   Pablo, al final de esta lectura, nos desea la gracia y la paz de Dios y del Señor Jesucristo. La palabra griega que al castellano se traduce por gracia, significa el regalo de Dios que nos justifica. Ahora, no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Somos justificados por la gracia, no por las obras buenas. Este es el eco que resuena en toda la carta de Pablo a los romanos. Las obras son necesarias, pero no para justificarnos.

   Y, ya en el evangelio, debe constatarse que cuando hablamos de la anunciación pensamos, generalmente, en la hecha a María que es la versión del evangelio de Lucas. Sin embargo, el de Mateo pone a José al frente del relato.

   El hijo de María no es de José, por ello, según la ley, merece morir apedreada, según el libro bíblico llamado Deuteronomio (22,23-24). José puede divorciarse de María y piensa hacerlo en secreto para no hacerle ningún daño. José refleja la compasión de Cristo frente al pecado, que aquí no existe. El ángel del Señor se aparece en sueños y le pide a José que no dude en recibir a María, porque la criatura que hay en ella es del Espíritu Santo. José debe de poner el nombre de Jesús al niño.

   El evangelio de Mateo no menciona ninguna palabra de José. Este obedece simplemente todo lo que el ángel le indica. Y se le manda poner al niño el nombre Emmanuel que significa "Dios con nosotros". Este es el compedio de toda nuestra vida. Dios está con nosotros aunque no nos cuenta a menudo. ¡Ojalá el conocer esta gran verdad nos sirviera para hacer oración y dar gracias al mismo Dios con el pensamiento! ¡Ojalá amáramos a Dios con frecuencia!

   Compromiso:
   Amar a Dios varias veces al día.

 
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