martes, 21 de febrero de 2012

I Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 26/02/2012. Marcos, 1, 12-15

   Este evangelio tiene dos partes, la estancia de Jesús en el desierto y la llegada a Galilea para proclamar el reino de Dios. La primera parte contiene un valor figurado y teológico de importancia que nos hace contemplar a Jesús como un ser extraordinario. Cuando el evangelista Marcos emplea el lenguaje figurado, es decir, que no podemos tomarlo al pie de la letra, es para calar mucho más profundamente en la persona de Jesús y en su mensaje. Esto es lo que sucede con la lectura evangélica de hoy.

   "El Espíritu empujó a Jesús al desierto". Empujar es una metáfora para indicarnos el impulso irresistible que experimenta Jesús, ya que el Espíritu es un constituyente del mismo. Este desierto al que es empujado Jesús, no es un desierto real, es la tentación permanente, es un desierto figurado.

   El número cuarenta es muy usado en el Antiguo Testamento. Alude, sobre todo, a los cuarenta años que el pueblo judío estuvo en el desierto después de  la salida de Egipto, hasta llegar a la tierra prometida. En este pasaje evangélico, los cuarenta días por el desierto no hacen referencia a un tiempo exacto, sino al tiempo de un peregrinar por esta vida.

   Jesús acaba de recibir el bautismo de Juan. Allí, su compromiso ha sido total. Vió que se rasgaban los cielos y le llamaba Dios diciéndole "Tú eres mi Hijo, el amado". Pero, las dificultades que tendrá Jesús para cumplir su compromiso van a ser muy grandes. Muy difíciles de superar. La permanencia de Jesús en el desierto es figura de su firmeza en romper con los valores de la sociedad de su época. La sociedad necesita un cambio profundo y el desierto era tradicionalmente el lugar donde se reunían los agitadores con pretensiones mesiánicas. La tentación propia del desierto es la del cabecilla que alista secuaces. Satanás en el desierto representa pues la ideología del poder. Jesús no cae en esta trampa. El reino de Dios no se construye con este tipo de violencia, no se construye por las armas, matando.

   Las fieras son un complemento de Satanás. Ambos pueden representar poderes opresores, sean religiosos o políticos. Unos actúan desde el interior y otros desde el exterior del hombre.

   Los ángeles no son en Marcos, necesariamente ángeles. Pueden ser hombres como lo es el ángel mensajero o Juan Bautista (Mc. 1,2). Los ángeles, satanás y las fieras, están en el desierto, donde Jesús. Pero, los ángeles representan un grupo humano determinado que colabora con Jesús. Lo admite la traducción del griego. Son los que, por su adhesión a Jesús, le ayudan en su tarea y colaboran en su misión. La escena termina sin mencionar que Jesús salga del desierto, porque en el desierto va a estar toda su vida, hasta la muerte.

   Compromiso:
   Ser un ángel para Jesús. Colaborar con él.

 
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