martes, 26 de octubre de 2021

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. 31/10/2021. Marcos 12, 28b-34

En este domingo, se unen fuertemente dos ideas: la idea del sacerdocio y la de un sólo Dios. El Señor es uno solo. Es nuestro Dios y es uno sólo para todo el mundo. Es necesario que grabemos en todos nuestros corazones que el Señor es uno solo y que lo queremos de verdad. Amemos pues a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Estas palabras deben estar en nuestro corazón. Los actos de amor a Dios nos hacen caminar de verdad hacia la santidad. Durante el día nos acordamos varias veces de Dios y le decimos que lo amamos de verdad. Cojamos esta costumbre. Es maravilloso. Cada vez estaremos más cerca de Dios. Y si empezamos, no nos cansemos, no lo dejemos. Dice el libro del Deuteronomio en la primera lectura de hoy: Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón. Recogido en el Deuteronomio 6, 2-6. El salmo de este domingo es el 17 y su estribillo debemos repetirlo varias veces durante el día. Dice así: "Yo te amo Señor; tú eres mi fortaleza". Acordémonos de que sea nuestro rezo, nuestra cariñosa repetición todo el domingo. La segunda lectura de esta misa se toma de la carta a los Hebreos 7, 23-28. Sólo hay un sacerdote y éste es Cristo Jesús, nos dice. Jesús permanece para siempre, por eso tiene un sacerdocio que permanece también para siempre. Los sacerdotes de hoy no tienen un sacerdocio propio. Es Cristo, único sacerdote, que obra en ellos, a través de ellos. Por eso salva definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él. Los sacerdotes representan el sacerdocio de Cristo pero, como humanos que son, están llenos de debilidades. El evangelio se toma de Marcos 12, 28b-34. Nos resume muy bien los mandamientos de la ley de Dios en uno solo: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Y amarás a tu prójimo como a tí mismo. Eso vale más que todos los holocaustos juntos. La persona que piensa de esta forma está en lo correcto. Y ama a Dios. Va totalmente por el buen camino. El sacerdote, como hombre y como humano, puramente como humano que es, de ninguna manera puede desplazar al Jesús de Nazaret. Este es Dios hecho hombre, pero Dios. No te contentes con solamente leer este comentario. Medítalo y saca algún compromiso serio. Ponlo en práctica.

lunes, 18 de octubre de 2021

XXX Domingo del Tiempo Ordinario. 24/10/2021. Marcos 10, 46-52

En el evangelio de hoy, o mejor en todas las lecturas, se aprecia la presencia del Señor que nos trae alegría. Hay que aprender a disfrutar con la alegría que viene de Dios y que, a menudo, inunda lo más hondo de nuestra alma. Jeremías 31, 7-9 presenta la primera lectura. A los caminantes asturianos puede hacérseles presente en aquellos requeros que se encuentran, a menudo, a través del camino portando un agua transparente, limpia y muy fresca que nos hace ansiarla de verdad. Cuando, alguna vez, lleguemos a uno de esos remansos de paz que nos brinda la naturaleza, recordemos la presencia de Dios, démosle gracias por todo, por lo bueno y por lo no tan bueno, echémonos en sus brazos y sepamos que Dios siempre será para nosotros un padre bueno. Tendremos el agua fresca, a él mismo, muy cerca de nosotros. El salmo 125 nos dice: "El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres". Repitámoslo varias veces durante el día. La segunda lectura se toma de la carta a los Hebreos 5, 1-6. Nos dice que los sacerdotes son hombres como los demás, llamados por Dios para celebrar el culto y ofrecer dones y sacrificios por los pecados propios y por los de los demás. El sacerdote también está sujeto a la debilidad y peca. El único que no pecó fue Jesús de Nazaret. Y es sacerdote para siempre. Un sacerdote que siempre nos perdona porque es el mismo Dios que nos ama. La lectura del evangelio, Marcos 10, 46-52 es la del ciego Bartineo. Es un hombre que está solo, al borde del camino. No sabemos por qué está solo. Pero, alguna vez habrá oído hablar de Jesús y nada más enterarse de su presencia empieza a llamarlo. Sin duda que tú, alguna vez, has sentido la presencia de Dios en tí o muy cerca de tí. Cuando lo sientas cerca o cuando oigas su voz interior, llámalo como hizo Bartimeo. Aprende a hablar interiormente con Dios. Es una forma de hacer oración. Sin pronunciar palabras. Con el pensamiento, con el corazón. Es muy útil aprender a orar así porque puedes ponerte en la presencia de Dios en cualquier momento. El ciego Bartimeo, como le dijeron que Jesús lo llamaba, soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Así de rápido. !Cualquiera no! El Señor le dice: "Qué quieres que te haga?" Y el ciego contesta: "Que recobre la vista". Y, Jesús, sin pérdida de tiempo le dice: "Anda, tu fe te ha salvado". Al momento, recobró la vista y seguía a Jesús por el camino. Esto es lo que espera a los que viven con fe en Dios. Pero no olvidemos que Dios pondrá nuestra fe a prueba para ver si es auténtica o no. No perder la fe en Dios, confiar en Dios de verdad, es permanecerle siempre fiel, en las verdes y en las maduras. En todo momento. Y dure lo que dure cada situación. Iremos descubriendo a Dios poco a poco y le seremos siempre fieles. Lee esto las veces que necesites. Pero, haz un compromiso.

miércoles, 13 de octubre de 2021

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario. Marcos 10, 35-45. 17/10/2021

Todos en esta vida tenemos una flecha que nos indica la dirección que debemos seguir para alcanzar la meta que Dios nos propone. La dirección nos la va marcando Jesucristo en nuestros corazones, sólo hace falta que estemos atentos en nuestro interior y dejar que Dios se nos vaya manipestando. Mientras tanto, pidamos a Dios que nos ayude y que mueva nuestro corazón. Cada uno de nosotros tendrá que saber si la palabra de Dios ha iluminado su corazón o si acaso le ha dado la espalda. La primera lectura es de Isaías 53, 10-11. Es dura porque nos presenta el mesías triturado con el sufrimiento, entregando su vida como expiración nuestra. Es así como empieza esta lectura. La palabra "triturar" es una palabra muy dura y es la que el autor sagrado escogió para aplicar al redentor. Es muy dura pero es muy expresiva. El salmo 32 nos propone "Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti". Memoricémosla y repitámosla varias veces durante el día. La segunda lectura se toma de la carta a los Hebreos, 4, 14-16. Esta lectura nos presenta a Jesús maravilloso. Su fidelidad ha sido probada, totalmente probada, y además en él no hay ni rastro de pecado. El es nuestro sumo sacerdote ante el trono de la gracia. Precioso nombre: "el trono de la gracia". ¡Todo se nos va a dar gratis por los méritos de Jesús! Seguro. Por eso, comparezcamos confiados, con esa confianza que tiene el que ama a Dios. Y, llegamos al evangelio de hoy. Marcos 10, 35-45. La enseñanza principal de este evangelio se encuentra al final del mismo: "El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, que sea esclavo de todos". Tengamos presente este texto durante toda la semana y pongámoslo en práctica. Creceremos al lado de nuestro sumo sacerdote, Jesucristo. Iremos descubriendo, poco a poco, en nuestros corazones, cómo el amor a Jesús crece de verdad, en nosotros. Permanezcamos en esta actitud, en este proceder, y no desfallezcamos. Y si desfallecemos, volvamos a empezar rápidamente. Si Dios nos concede alguna experiencia santa, recibámosla en nuestro corazón con sencillez, no creamos que somos santos de verdad. Nunca llegaremos a ser como Jesús, que es verdadero amor. Que nos ama de verdad. Que está a nuestro lado. Pero sigamos en esta línea que nos proponemos. Volvamos a empezar, si no queda más remedio, pero nunca la abandonemos. Propósito: Se deduce solo. No hace falta ponerlo aquí. ¡Adelante! Pero con Jesús a nuestro lado.

miércoles, 6 de octubre de 2021

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. 10/10/2021. Marcos 10, 17-30

Las lecturas de este domingo nos ponen ante lo que debe ser la vida de un cristiano, la vida de un seguidor de Cristo. Nos encontramos ante una persona que ama a Dios y desea amarle siempre. La primera lectura, tomada del libro bíblico de la Sabiduría 7, 7-11, nos presenta a un hombre haciendo oración, a un hombre que suplica, a un hombre que ora y va consiguiendo los frutos de la oración. El que ora va consiguiendo sus frutos espirituales cuando Dios considera oportuno. Muchos cristianos consideran que tu rezas y Dios está obligado a concederte. Dios nos ama y nos quiere, pero nosotros no podemos obligarlo a nada. El sabe lo que es mejor a cada uno de nosotros. Al que suplica, en esta lectura, le da el espíritu de sabiduría. La sabiduría que es fruto del amor que Dios nos tiene. La sabiduría que nos mantiene unidos a Dios y que hace que broten de nuestro corazón muchos actos de amor a él. Con el salmo 89, digámosle varias veces durante el día: "Sácianos Señor de tu misericordia y estaremos alegres". La segunda lectura es de la carta a los Hebreos, 4, 12-13. Dos ideas son las que resumen la enseñanza de hoy: "La palabra de Dios es viva y eficaz", expresión del comienzo, y "todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas" que se dice al final. Tengamos siempre presentes estas dos ideas. Es decir, que la palabra de Dios, si lo amamos de verdad, si lo buscamos, si hacemos oración, cada vez sentiremos a Dios más cerca de nosotros y veremos como Dios conoce de verdad todo nuestro interior. En el evangelio, Marcos 10, 17-30, Jesús comienza interrogando a uno que se arrodilla ante él y que le pregunta ¿Maestro bueno, qué debo hacer para heredar la vida eterna? ¡Poquísimas veces llamamos bueno a Dios! Y sin embargo, Jesús contesta al que le pregunta: No hay nadie bueno más que Dios. Tan sólo Dios, Dios del cielo o ese mismo Dios bajo la figura de hombre, es decir, Jesús de Nazaret. El es bueno por excelencia. Los demás quedamos muy lejos. Deberíamos acostumbrarnos a llamar bueno a Dios en la profundidad de su significado. El nos quiere con locura. Con verdadera bondad. Precisamente, pensando en esa infinita bondad de Dios nadie, ningún papa, ningún concilio se atrevió a definir como dogma de fe la eternidad del infierno. ¿Cómo será la eternidad del que no se salve? ¿O, nos salvamos todos? Dios, en su infinita bondad, no nos condena para siempre. No nos tiene sufriendo para siempre. Pero, sea cual sea la solución, seamos fieles a Dios, rectifiquemos nuestro camino. Hemos tocado parte del evangelio de hoy. Dejamos lo demás para otra ocasión.

 
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