martes, 15 de junio de 2021

XII Domingo del TIempo Ordinario. 20-6-2021. Marcos 4,35-40.

    No hay como conocer la violencia de la tempestad para aprender a sentirnos seguros cerca de Jesús. Sólo nos hace falta aprender a echarnos en sus brazoss. Aprender a echarnos en sus brazos en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas. Es decir, todos los días de nuestra vida. Si alguien pudo entender bien esta forma de pensar, de entender la fe, fue el santo Job. Precisamente, la primera lectura de la misa de hoy se toma del libro de Job, 38,1.8-11. Dios puso límites al mar para que se rompa la fuerza de sus olas. Es verdad que el mar, a veces, se salta esos límites y ocasiona desgracias, pero Dios siempre está ahí, cuidándonos. Dios ve mucho más allá que nosotros. Y, al final, si perservamos en su amistad, si le somos fieles, nos encontraremos radiantes de felicidad en sus brazos.

 

    Repitamos durante el día. (salmo 106) Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

 

   La segunda lectura es de la 2ª carta a los Corintios 5,14-17. Nosotros ya no vivimos para nosotros, sino para Cristo. Ahora lo conocemos de otra manera. Somos una criatura nueva. Una criatura nueva en el ser y en el conocer. Y vemos las cosas de Dios como Él quiere que las veamos. Al lado de Dios somos plenamente felices.

 

   Marcos 4,35-40 nos relata el evangelio de hoy. Jesús con sus discípulos se van a la otra orilla. Se levanta una fuerte tempestad, cosa frecuente en la zona, pero Jesús se durmió. Los discípulos temen perecer y lo despiertan. Jesús se pone de pie y dice al viento:"¡Silencio, enmudece!". Y llegó la calma. Esta calma que llega es la calma del agua, del corazón, de la vida que Dios nos da, que Dios nos trae.

 

   La segunda lectura nos hablaba de que ahora conocemos a Dios de otra manera. Pues, sí. Ahora, conocemos al Dios que nos hace vibrar con una alegría profunda, en lo más íntimo del corazón. Pero, necesitamos conocer más íntimamente a Cristo. Serle fieles en las alegrías y en las penas. A pesar de nuestras dificultades no separarnos jamás de Dios. Que nuestra oración sencilla y profunda sea decirle que lo amamos. Que nos salga del corazón con cierta espontaneidad. Sí. Te amo Señor.

 

   Insiste en el mismo propósito del otro día. A ver si lo vas logrando. Pero, échate en los brazos de Dios.


  

 
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