lunes, 17 de noviembre de 2014

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23/11/2014. Mateo 25, 31-46

   Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Esta fiesta es el motivo que une las tres lecturas. La primera, tomada del libro de Ezequiel (34, 11-12. 15-17) es de una actualidad impresionante. Ezequiel hace una dura crítica a los dirigentes y a la situación política de la época. Las autoridades, a quienes el texto llama pastores, se sirven del pueblo y lo explotan en beneficio propio. Ante esta situación, Dios mismo va a pastorear a su pueblo librandolo. Pero, la corrupción de los dirigentes contamina y corrompe también al pueblo, a las ovejas. Esa es la razón por la cual el Señor Dios hará juicio no sólo a las autoridades sino también entre las mismas ovejas. Pero, a las ovejas buenas, si están heridas o enfermas, el Señor las vendará y las curará. Al final, siempre nos encontramos con Dios, unos para bien y otros para mal.

   La segunda lectura (Corintios 15, 2-26.28) comienza con la afirmación rotunda de Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Los investigadores de hoy día afirman que sin la resurrección de Cristo no hubiera nacido el Cristianismo. Es verdad, algo maravilloso y extraordinario sucedió en aquel momento, que hizo posible el origen de la nueva buena o noticia. Gracias a él, sabemos que todos vamos a resucitar. Es una gran esperanza y no una ilusión. Resucitados, reinaremos con él.

   En el evangelio de hoy, Jesús aparece con varios títulos. Se le llama el Hijo del Hombre, pastor, rey y Señor. Dios es su Padre, pero él será quien juzgue al mundo. El título de Hijo del Hombre aparece en el libro bíblico del profeta Daniel, capítulo 7. Este título es el preferido por Jesús para referirse a él mismo. Este evangelio trata del juicio final y el criterio para juzgarnos será el del amor al prójimo: "tuve hambre y me dísteis de comer, tuve sed y me dísteis de beber..." No se trata de un humanismo en general, sino de amar a las personas como queridas y amadas por Dios. Si Dios me quiere es porque me da todo el amor como persona que soy. El humanismo cristiano está muy por encima de un simple humanismo. La persona humana, sin Dios, se muere y se acabó. Pero con Dios, esa persona vive para siempre. Dios la ama y yo tengo que amarla como Dios la ama. Esta es la gran lección del evangelio de hoy.

   En la primera y tercera lectura, aparecen las ovejas a las que Dios o Cristo aman, curan o salvan. El fundamento de todo ello es la resurrección de Cristo, central en la segunda.

   Compromiso:
   Aprender a amar con humanismo cristiano.

 
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