jueves, 18 de septiembre de 2008

Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 21/09/2008. Mateo 20, 1-16

La parábola del viñador que se lee en el evangelio de hoy, está enmarcada entre dos versículos que dicen exactamente lo mismo: "los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos" (Mateo 19,30 y 20,16). Evidentemente, la parábola es una explicación de dicha sentencia, con la que se inicia y finaliza. La traducción que nos aportan los exégetas y presentada de la forma más comprensible para el lector, es la siguiente: "todos serán los primeros y todos serán los últimos". Es decir, todos serán iguales en el reino de Dios. En él, nada crea situaciones de privilegio o de méritos. En el reino de Dios, el trabajo no se vende, no nace del deseo de cobrar algo, de tener una recompensa; sino de procurar la igualdad entre los hombres. Esta igualdad debe ser patente en la comunidad cristiana.

Por todo ello, los obispos deben pastorear, no gobernar con su cayado que, para disimular, lo llaman báculo. Un obispo debe atender el clamor de los creyentes, a quienes representa, y no estar por encima de ellos. En el reino de Dios, debe ser el último entre los últimos, y esto conlleva una profunda, recalcamos, profunda reflexión mirando a Cristo, como se decía en el evangelio anterior. Pero, no mirando a Cristo con nuestras ideas previas, o mejor, con nuestra ideología. Un obispo no puede permitir que en su pastoreo entren las ideologías, y esto, por desgracia, sucede muy frecuentemente. No se olvide que, a menudo, las ideologías tienen apariencia cristiana. En esos casos es muy difícil separar la paja del trigo. Y, máxime, cuando las ideologías se arrastran desde el Vaticano. Por favor, que nadie piense que, por decir esto, yo no soy creyente. Amo a Dios y en consecuencia a Jesús con todas mis fuerzas y me confieso católico. Aunque lo diga de los obispos, todos debemos aplicarnos el cuento comprendiendo la experiencia cristiana de los demás, aunque sea distinta a la nuestra.

La parábola no necesita más explicación, habla por sí sola. Un viñador llama a trabajar a su viña. A unos, por la mañana y a los demás a diversas horas del día. Al final, a la hora de pagar, empieza por los últimos, lo que hace que a los primeros la boca se les haga agua, pensando que cobrarán bastante más de lo que pensaban. Pero no sucede así. Todos cobran igual. Uno protesta y el viñador le responde: no te hago ninguna injusticia. Si quiero darle a este otro igual que a ti ¿es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Es decir, todos serán los primeros y todos serán los últimos. Todos serán iguales.

El evangelio nos invita a reflexiones muy profundas, pero casi siempre nos las arreglamos para obviarlas, dejándolas a un lado. Para comprender bien las reflexiones que aquí se hacen, debe leerse antes el evangelio correspondiente.

Reflexión: la profundización del evangelio nos librará de muchas ideologías.

 
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