martes, 7 de junio de 2011

Solemnidad de Pentecostés. 12/06/2011. Juan 20,19-23.

   Este relato del envío del Espíritu Santo a todos los discípulos tiene muchos puntos de contacto con la celebración de la eucaristía. El texto original griego mejora notablemente la traducción de la lectura que se hace en la misa. El evangelio de Juan, al que me refiero por ser el de este domingo, dice que los discípulos estaban cerrados, donde se encontraban reunidos, no sólo con llave sino también con una barra, cerrojo o tranca. En efecto, tenían miedo a los dirigentes judíos y se sienten desamparados en medio de un ambiente hostil. Recuerda esto la cita de Isaías, capítulo 26, vv.20s.: "Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro; escóndete un breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va a salir de su morada".

   Y así es. Jesús se hace presente en el centro y como algo distinto del mundo. Jesús no entra por la puerta o por un extremo. Jesús está en el centro de la comunidad reunida y es la fuente del Espíritu que reciben los discípulos.

   Otro dato eucarístico es la hora en que se sitúa la escena. Ya anochecido, y el día primero de la semana, es el momento que las primeras comunidades cristianas adoptaron para celebrar su reunión de la eucaristía.

   En dicha celebración eucarística y, por tanto, con Jesús como centro, sucede lo principal del evangelio de hoy. Jesús sopla sobre los discípulos, no sólo sobre los apóstoles que allí estuvieran, y les dice: "Recibid Espíritu Santo. A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados". Como se ve, estas palabras se dicen a todos los discípulos, sean o no apóstoles. Sin embargo, tristemente, habrá predicadores que, en este domingo, atribuirán el derecho de perdonar los pecados sólo a los apóstoles y no a todos los discípulos, como dice el evangelio de hoy y como consta en otros textos del Nuevo Testamento. He podido comprobarlo y es una tentación facil.

   Se impone decir algo sobre el Espíritu Santo. Es lo más importante. Nunca podemos olvidar que Jesús es plenamente judío. Y también entre los judíos se dan casos de descender el Espíritu Santo sobre ellos en la forma de un fuego y un viento impetuoso, cuando aman la Presencia Divina o cuando leen y estudian reunidos la palabra de la Biblia. Es una experiencia religiosa maravillosa. Es un precioso regalo de Dios. Es una acción objetiva de Dios en las almas. Y ello va acompañado de un envío a la misión, pues ninguna exégesis bíblica estaba completa mientras no se encontrara una norma práctica nueva, que respondiera a las necesidades inmediatas de la comunidad. ¡Qué buena exégesis del evangelio de hoy, si se abriesen nuevas formas del perdón de los pecados! Los signos de los tiempos lo piden, la comunidad lo necesita y, con ella, el Espíritu clama con gemidos inenarrables (1ª Corintios).

   Propósito:
   Aprende a arrepentirte sinceramente de tus pecados ante Dios, dedicando para ello un momento de oración. Y, si es necesario, pide perdón a quien ofendiste.
  

 
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