lunes, 24 de noviembre de 2014

I Domingo de Adviento. Ciclo B. 30/11/2014. Marcos 13, 33-37

   Hoy, dejamos el ciclo A de lecturas y se da comienzo al ciclo B. La primera lectura es del libro bíblico de Isaías (63, 16b-17. 19; 64, 2b-7). Tras una breve alegría al volver del destierro de Babilonia, la vida diaria del pueblo judío se presenta con dificultades. Se invoca a Dios con el afectuoso nombre de Padre. Dios desea ser tratado con el amor que un hijo puede esperar de su padre. Llama poderosamente la atención la frase que afirma que nuestra justicia era como un paño manchado. Nuestra justicia, es decir la limpiea de nuestra alma ante Dios no existía. Pensemos en el trapo más sucio que hayamos podido ver. Pues así somos nosotros ante Dios, si no fuera que él nos recibe con los brazos abiertos. Estamos llenos de pecados y defectos. Pero, Dios es nuestro Padre.

   La segunda lectura, tomada de la primera carta de Pablo a los Corintios (1, 3-9), nos recuerda las palabras del comienzo de la eucaristía: "La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros" Pablo saluda a los cristianos  griegos con la palabra "gracia" y a los judíos con "paz". Los cristianos de Corinto estaban enriquecidos con los carismas de hablar y de entender. Es decir, sabían hablar de las cosas de Dios y entenderlas bien. Estos carismas son fundamentales, para nosotros hoy día. En un mundo alejado de Dios, debemos saber hablar de Dios con los demás, y prepararnos para ello desde el mismo catecismo.

   Bajo el ejemplo de un señor que se va de viaje y deja la casa en manos de los criados, Jesús llama a todos a estar vigilantes. ¿Qué nos enseña este evangelio para la época que nos ha tocado vivir? Hoy debemos estar alerta si de verdad amamos a Dios y a Jesús de Nazaret, no vaya a llegar el dueño de la casa y nos encuentre dormidos. Estar alerta, hoy, significa saber mantener con los demás una conversación sobre Dios, aunque no sean practicantes. Significa profundizar en el espíritu de oración y saber transmitirlo a los demás. Significa comprender, en el espíritu del Papa Francisco y de Cristo, que la Iglesia es la Iglesia de la misericordia, aunque los cristianos conservadores no sepan verlo así. Y esta forma de vigilar obliga siempre a todos, fieles y sacerdotes, dentro fuera de la iglesia. Ante un mundo que cada vez cuenta menos con Dios, debemos saber llevar a Dios a los corazones de todos. (Si estás de acuerdo, pásalo)

Compromiso:
   Piensa como iniciar una conversación sobre Dios y hazlo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23/11/2014. Mateo 25, 31-46

   Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Esta fiesta es el motivo que une las tres lecturas. La primera, tomada del libro de Ezequiel (34, 11-12. 15-17) es de una actualidad impresionante. Ezequiel hace una dura crítica a los dirigentes y a la situación política de la época. Las autoridades, a quienes el texto llama pastores, se sirven del pueblo y lo explotan en beneficio propio. Ante esta situación, Dios mismo va a pastorear a su pueblo librandolo. Pero, la corrupción de los dirigentes contamina y corrompe también al pueblo, a las ovejas. Esa es la razón por la cual el Señor Dios hará juicio no sólo a las autoridades sino también entre las mismas ovejas. Pero, a las ovejas buenas, si están heridas o enfermas, el Señor las vendará y las curará. Al final, siempre nos encontramos con Dios, unos para bien y otros para mal.

   La segunda lectura (Corintios 15, 2-26.28) comienza con la afirmación rotunda de Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Los investigadores de hoy día afirman que sin la resurrección de Cristo no hubiera nacido el Cristianismo. Es verdad, algo maravilloso y extraordinario sucedió en aquel momento, que hizo posible el origen de la nueva buena o noticia. Gracias a él, sabemos que todos vamos a resucitar. Es una gran esperanza y no una ilusión. Resucitados, reinaremos con él.

   En el evangelio de hoy, Jesús aparece con varios títulos. Se le llama el Hijo del Hombre, pastor, rey y Señor. Dios es su Padre, pero él será quien juzgue al mundo. El título de Hijo del Hombre aparece en el libro bíblico del profeta Daniel, capítulo 7. Este título es el preferido por Jesús para referirse a él mismo. Este evangelio trata del juicio final y el criterio para juzgarnos será el del amor al prójimo: "tuve hambre y me dísteis de comer, tuve sed y me dísteis de beber..." No se trata de un humanismo en general, sino de amar a las personas como queridas y amadas por Dios. Si Dios me quiere es porque me da todo el amor como persona que soy. El humanismo cristiano está muy por encima de un simple humanismo. La persona humana, sin Dios, se muere y se acabó. Pero con Dios, esa persona vive para siempre. Dios la ama y yo tengo que amarla como Dios la ama. Esta es la gran lección del evangelio de hoy.

   En la primera y tercera lectura, aparecen las ovejas a las que Dios o Cristo aman, curan o salvan. El fundamento de todo ello es la resurrección de Cristo, central en la segunda.

   Compromiso:
   Aprender a amar con humanismo cristiano.

lunes, 10 de noviembre de 2014

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. 16/11/214. Ciclo A. Mateo 25, 14-3

   El trasfondo de las lecturas de este domingo lo constituye la necesidad de no estar inactivos, la necesidad de  hacer algo, de trabajar. Tanto el hombre como la mujer deben moverse en esa dirección. La mujer tiene la misma capacidad que el hombre. Los dos pueden ser igualmente responsables. La lectura del libro de los Proverbios (31, 1-13) presenta a la mujer hacendosa que trabaja con la mirada puesta en sacar a los suyos adelante, pero sin olvidar al pobre y necesitado y con amor de verdad a Dios. Esta mujer merece toda alabanza. Es verdad que la cultura y los tiempos han cambiado totalmente, pero los principios de ayudar al pobre y vivir cerca de Dios son perennes. Hoy, ya no se conocen el huso y la rueca, pero el amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, permanece.

   La primera carta de Pablo a los cristianos de Tesalónica es el escrito más antiguo del Nuevo Testamento. Fue, por tanto, escrita antes que los mismos evangelios. Hoy se lee el capítulo 5, versículos 1-6. Había cristianos que pensaban que el mundo se iba a acabar de un momento a otro, y no querían trabajar. Pablo no entra por lo de dejar de trabajar. Es verdad que el Señor vendrá cuando menos se piense, pero nosotros somos hijos del día, de la luz, y por lo tanto no dormimos, sino que trabajamos y nos mantenemos vigilantes y despejados.

   La lectura evangélica nos presenta la parábola de los talentos de plata. Como ya se dijo otras veces, el evangelio deben leerlo para entender el comentario. Esta parábola celebra un ministerio y una actuación de los cristianos que sea activa, progresista, que sepa tomar riesgos, que se involucre en el mundo y que manche sus zapatos con el polvo del camino. Creo que es así como hay que interpretar este evangelio en la actualidad que vivimos. La parábola de los talentos nos obliga a emplear nuestro talento y nuestras capacidades para el bien de los necesitados y para la propagación del reinado de Dios o de su causa. En las parroquias se predica esta parábola de los talentos pero, a menudo, se queda todo en pura palabrería. Los cristianos, los grupos, las parroquias, todos siguen generalmente adormecidos. No se atraviesan hacia afuera las puertas de la iglesia. No se sabe qué hacer con los talentos y capacidades que Dios nos ha dado.

   ¿Cómo anuncian nuestras parroquias el evangelio a los alejados que no van a la iglesia? ¿Formamos parroquialmente agentes de pastoral capacitándonos para saber entablar una conversación sobre vivencias religiosa...? ¿Sabemos hacer una pedagogía masiva de la oración? ¿Organizamos una propaganda útil de la Biblia, del Nuevo Testamento o de un evangelio? Aprovechamos los nuevos medios de comunicación social para realizar una misión online?

   Nos queda mucho por hacer si queremos que la parábola de los talentos haga raíz en nosotros.
   (Si lo encuentras útil, pásalo a tus amigos)

   Compromiso:
   Piensa en algo que tú puedas hacer en equipo.

martes, 4 de noviembre de 2014

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 9/11/214. Juan 2, 13-22

   Hoy celebramos la dedicación de la Basílica de Letrán. Por esta razón, aparece la palabra "templo" varias veces en las lecturas de la misa. La primera pertenece al libro bíblico de Ezequiel (47, 1-2. 8-9.12). Se trata de un manantial que sale del mismo templo, cuyas aguas al desembocar en el mar sanearán sus aguas saladas. El profeta pretende que el lector llegue a vivir, a tener experiencias interiores similares a las suyas y, para ello,  se vale de la imaginación que pone en sus relatos. Por lo tanto quedémonos sólamente con la enseñanza principal o vivencia que el profeta intenta transmitirnos. No cabe duda que ha tenido experiencias fuertes de su unión con Dios, cuando hacía oración en el templo. Esa unión con Dios la sigue viviendo durante el resto de las horas. Esa unión con Dios es un manantial que mana de lo más profundo del ser y transforma nuestra propia vida. La hace fructífera de verdad.

   La segunda lectura (1ª Corintios 3, 9c-11.16-17) nos sitúa ante el edificio y templo de Dios que somos nosotros. Todos tenemos que construir sobre el único cimiento que es Cristo. A nuestro alrededor vemos continuamente construcciones. Dediquémonos a construir el edificio de Dios en nuestras relaciones con los demás, si de verdad el Espíritu de Dios habita en nosotros. Somos templo de Dios y eso mismo debemos ver en los demás.

   El evangelio de hoy nos presenta Jesús expulsando a los vendedores del templo. Juan presenta este suceso al comienzo de la vida pública de Jesús, mientras que los demás evangelistas lo ponen al final, ya casi en el momento de morir. Es que a Juan no le interesa tanto un carácter historicista como la teología que hay detrás de la vida de Jesús. Parece que Juan sacó de su sitio el suceso de los vendedores del templo, para fundamentar teológicamente importantes temas desde el comienzo de su evangelio. Así, todo el ministerio público de Jesús va a estar marcado por el celo por la casa de su Padre Dios.

   Al final de nuestra vida ¿podremos también nosotros afirmar que el celo por las cosas de Dios nos ha consumido siempre? Una vez más, recordemos al Papa Francisco: no debemos balconear, sino salir a la calle.

   Además, el evangelio quiere que lo veamos todo bajo el prisma de la resurrección de Jesús. Esta debe estar siempre presente y debe ser nuestra luz.

   Compromiso:
   ¿Qué puedo hacer yo en mi preocupación por las cosas de Dios?

 
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