miércoles, 6 de abril de 2016

III Domingo del Tiempo Pascual. Ciclo C. 10/04/2016. Juan 21,3-19

   Sigue todo el eco de la resurrección de Jesús. Las experiencias espirituales, a la vez llenas de una fuerte realidad, conmueven, fortalecen y llenan de un gran vigor a los discípulos, sean o no apóstoles. Por esta razón, la primera lectura (Hechos 5, 27b-32. 40b-41) nos presenta a los apóstoles llenos de una gran personalidad y de una fuerte decisión de propagar el mensaje de Cristo. Las autoridades religiosas, que siempre pueden provocar problemas de conciencia, les conminan a no enseñar nada en nombre de Jesús. Seguramente aquellos sacerdotes trataron de amarrar, en nombre de Dios, la conciencia de aquellos hombres, pero estos devuelven el mismo argumento y contestan: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", y siguen predicando. Los que se convierten a Jesús, ven perdonados sus pecados y reciben el Espíritu Santo.

   La segunda lectura (Apocalipsis 5,11-14) manifiesta, con lenguaje propio de los Apocalipsis, la visión que tienen aquellos creyentes, de Jesús resucitado: "Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza". A lo que contestan: "Amén". Y amén, decimos nosotros. Y lo decimos con la misma fe, el mismo convencimiento y la misma alegría, decididos a transmitirlo a los demás.

   El evangelio nos transmite el pasaje de la pesca milagrosa. Este episodio tiene un carácter pedagógico y trata de enseñarnos como ha de hacerse la evangelización. Lo de menos, es si hubo o no el milagrito de la gran pesca. El tema central es hacernos ver la condición esencial para que nuestra evangelización pueda ser fructífera. Para ello, debemos identificarnos con Jesús, amarlo de verdad.

   Dice Pedro: "me voy a pescar". Pero ese pescar, es el mismo verbo que Jesús emplea en el evangelio de Juan para hablar de la misión de evangelizar. Se trata de la pesca metafórica de personas, misión que debe tener la comunidad creyente: llevar a la gente el mensaje de Cristo. Aquí, la decisión de ir de noche a pescar es decisión de Pedro y los otros le siguen. En Juan, la noche significa la ausencia de Jesús, luz del mundo (9,4s). Esta es la razón por la que no pescan nada. No han contado con Jesús y no pescaron. ¡Cuántas veces queremos trabajar para el Señor y no pescamos porque no contamos con él! Sin embargo, cuando se cuenta con Jesús, el resultado cambia. Evangelicemos siempre con un corazón inflamado de amor por el Señor. En efecto, la pesca fue de ciento cincuenta y tres peces grandes. Entre los judíos, los números tienen un fuerte significado. La cifra de ciento cincuenta y tres indicaría que las comunidades del Espíritu se multiplican abundantemente. Es necesario inflamar nuestro espíritu con el amor a Jesús.

   Compromiso:
   Aprender a evangelizar y practicarlo.

 
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