lunes, 11 de marzo de 2013

V Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 17/03/2013. Juan 8,1-11

   Sigo haciendo un pequeño comentario a las dos primeras lecturas del día de hoy, para después continuar con el evangelio.

   La primera lectura, tomada del libro de Isaías en la Biblia (Is. 43, 16-21), nos pide que no recordemos lo de antaño, que no pensemos en lo antiguo. Aunque recordemos lo pasado, no podemos quedarnos en él, porque lo que Dios nos tiene preparado eclipsará en gloria a todo lo antiguo. Será tanto que no podremos dejar de alabar a Dios.

   La segunda lectura, tomada de la carta de Pablo a los Filipenses (3, 8-14), nos dice que él lo perdió todo para ganar la excelencia del conocimiento de Cristo. Conocimiento que no es meramente el conocimiento intelectual, sino el de la experiencia. No es sólo el conocimiento acerca de Cristo, sino el conocimiento íntimo, que sólo se gana a través de vivir en comunión con él. Son experiencias íntimas en personas normales. Todos podemos participar de este conocimiento de Cristo, como Pablo.

   El evangelio de hoy trata de la mujer sorprendida con un hombre en adulterio. En este caso, ambos deben ser apedreados, según está legislado en los libros bíblicos Levítico, 20, 10 y Deuteronomio 22, 22-24. Pero, en esta escena evangélica, no aparece el hombre compañero de la adúltera para ser también apedreado.

   La razón es que se trata de ponerle una trampa a Jesús. Quizá el adúltero no está presente porque se trata de una persona influyente. Pero, según la ley, debe estar presente para apedrearlo. Aparte, si Jesús condena la mujer adúltera se enfrenta a la autoridad romana que no lo permite. Y, si no la condena se presenta como contrario a la misma Biblia y, por lo tanto, pierde autoridad como posible Mesías. La encerrona que le preparan a Jesús es muy dura. Jesús sale de la misma apoyado en la misma Biblia. La clave parece estar en la afirmación de Jesús: "Quien de vosotros esté libre de pecado que tire la primera piedra". Se entiende, de pecado con ella, con la adúltera. Pues, el testigo del adulterio, si a la vez no era el adúltero, debía tirar las primeras piedras. Pero, si era adúltero había que tirárselas también a él. Quizá por esta razón, los escribas y fariseos como testigos cómplicea se marchan y Jesús puede decirle a la adúltera: "¿Ninguno te ha condenado? Pues tampoco yo te condeno. Vete y no peques más".

   Jesús es todo misericordia y perdón. Está reflejado en la parábola que se acostumbra a llamar del "Hijo pródigo", y en el hecho que comentamos de la adúltera. Es decir, la parábola del domingo anterior y el suceso de este. Los grupos cerrados de iglesia, ya sean laicos, ya sean sacerdotes, ¡con qué facilidad condenan a los que viven circunstancias diferentes! Jesús no es así, es todo comprensión y perdón.

   (Si lo desea puede completar con el comentario del mismo evangelio del Domingo V de Cuaremsa, 21/03/2010. Es muy interesante).

    Compromiso:
    Medita el evangelio de hoy y decídelo tu mismo. ¿Cómo andas de perdón?

 
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