miércoles, 7 de enero de 2009

Domingo del Bautismo del Señor. 11/01/2009. Evangelio Marcos, 1, 7-11

Juan el Bautista, a la vez que bautiza en el Jordán, va anunciando la presencia de Jesús.

(versículo 7) Existía entre los judíos la ley del levirato cuya finalidad era asegurar, en lo posible, descendencia al hombre que hubiera muerto sin hijos. La ley ordenaba que un hermano o pariente próximo del difunto se casara con la viuda, y que los hijos que nacieran se consideraran hijos del difunto. Si el que tenía más derecho a casarse con la viuda renunciaba a ello, debería transmitir sus derechos a otro, dejando que este le desatase la correa de las sandalias. Era así la costumbre.

La alianza de Dios con el pueblo de Israel, no fructificó. Ahora, Israel será sustituída por la nueva comunidad cristiana, el nuevo Pueblo de Dios. El puesto de Dios lo recobra Dios hecho hombre, Jesús de Nazaret. Juan Bautista no es quien para desatar la correa de las sandalias de Jesús, porque este se hace cargo de que la nueva alianza fructifique en abundancia. Sus hijos serán numerosos.

(versículo 8) Juan sólo dispone de agua para bautizar. Jesús dispone del Espíritu de Dios. El efecto propio del Espíritu es hacer que el hombre pertenezca a Dios. El hombre queda introducido en la esfera divina y consagrado en la fidelidad a Dios.

La fidelidad de los judíos a Dios se demostraba en el cumplimiento de la ley. Ahora, para el nuevo pueblo de Dios, la fidelidad a Dios nace del Espíritu, de la nueva vida comunicada al hombre. La norma externa, o ley, desaparece y queda sustituída por el impulso que sale del interior. Ese impulso interno, o impulso del Espíritu Santo, es la caraacterística de la nueva alianza.

(versículo 9) En el bautismo de Juan, los judíos que acudían a él confesaban públicamente sus pecados, sobre todo de injusticias y se comprometían a ponerles fin. Sin embargo, Jesús no confiesa sus pecados. No los tiene. De hecho, en la escena, aparece solo, no mezclado con otros. Su vida es distinta.

(versículo 10) Cuando Jesús sube del agua, se rasga el cielo y el Espíritu baja como paloma hasta él. El bautismo de Juan era un bautismo por inmersión. Cuando Jesús sube del agua, el Espíritu baja hacia él. Va uno al encuentro del otro. Al subir del agua, Jesús <>. No sabemos cómo lo vió. Se trata de una experiencia personal suya. Jesús vió <>, es decir, experimenta que la esfera divina queda abierta para él. Pero, el cielo no se abre, sino que se rasga. Esto implica cierta violencia. El compromiso de Jesús es tan fuerte que rasga el cielo y rompe la frontera entre Dios y el hombre. Esa violencia, esa fuerza, esa rapidez con que se desarrolla la acción, viene expresada, sin duda, por la expresión <> con que empieza este versículo 10. El Espíritu baja como paloma que va a su nido, su lugar deseado. Esta comparación de la paloma era muy empleada. El amor de Jesús a los hombres, su compromiso total, es el lugar propio del Espíritu. Es su nido a donde se dirige con rapidez, como lo hace una paloma.

(versículo 11) Todos somos hijos de Dios, pero <>. Jesús tiene una singularidad propia. Jesús es el Hijo porque se comporta como su Padre, el Dios del cielo. Para los judíos, hijo no es simplemente el que recibe vida de otro sino, sobre todo, el que obra y se comporta como su padre. En Jesús, puede verse lo que Dios es. Jesús no es un profeta entre otros. Es el Hijo amado.

Consideración: es un evangelio digno de meditarse para conocer cada vez más a Jesús. Hazlo.

 
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