jueves, 31 de mayo de 2018

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. 3-6-2018. Ciclo B. Marcos 14, 12-16.22-26

   Hoy se celebra en muchos países la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo o, según la expresión latina más conocida, la solemnidad del Corpus Christi. En las tres lecturas subyace la idea de la alianza. Los líderes religiosos gastan a menudo más tiempo imponiendo una conformidad doctrinal, que concibiendo una práctica espiritual que convierta en profundización y remodelación lo que actualmente se vive o se trata de seguir exigiendo. Por ejemplo, olvidando el carácter sanatorio de la Eucaristía, se continúa imponiendo la práctica de la confesión. Es necesario revisar esto.

   Como texto memorizable se propone: "Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos". Se localiza en el evangelio de hoy.

   Éxodo 24,3-8 contiene la primera lectura. Se trata de la alianza entre Dios y hombres sellada con la sangre de animales, bajo la obligación de cumplir los mandamientos divinos. Dice el pueblo a Moisés: "Haremos todo lo que mande el Señor". Y Moisés los roció con la sangre de la alianza. Nuestra suprema obligación es cumplir los mandatos del señor, amándole y ayudándonos.

   La segunda lectura, Hebreos 9,11-15, nos presenta a Cristo como sumo y eterno sacerdote que realiza, con su propia sangre, una nueva alianza. La alianza definitiva. Por ella recibimos la promesa de la herencia eterna. Es el gran regalo de Jesús de Nazaret, que nos trajo la total sanación espiritual que nos asegura la salvación definitiva, si la aceptamos.

   El evangelio de Marcos nos proporciona hoy la tercera lectura. Se trata de la institución de la Eucaristía, descrita bajo el esquema de la partición del pan para comer. La fracción del pan era al comienzo de la comida, y terminó siendo un acto religioso. Se daban gracias y se repartía. Con este acto se creaba comunidad. Esta fracción del pan se convierte en signo en las palabras de la institución eucarística. De igual modo que con el pan, Jesús da las gracias por la bebida, el vino de la comida, que es de verdad su sangre que será derramada por muchos. Hasta hace unos meses, el sacerdote decía "derramada por todos". Ahora se le ordena decir "por muchos". Ganas de rizar el rizo: uno ordena decir "por todos" y otro "por muchos", cuando las dos traducciones son correctas. En eso se nos va el tiempo.

   No estaría mal volver a la costumbre de rezar antes de la comida, recordando que Jesús lo hacía siempre. Para él, era un acto religioso, incluso litúrgico. No sólo para Jesús, sino para todos los demás judíos. Era una costumbre sagrada y consuetudinaria. Continuémosla.

   Y puesto que hoy es el día de la Eucaristía, recordémosla, aceptémosla y recibámosla. Antes de comulgar, pidamos perdón de todos nuestros pecados, llenémosnos de amor a Jesús y acudamos a tomarla con gran devoción. La Eucaristía es verdaderamente sanativa del pecado. Requiere confianza y perseverancia. Pero nos sana de verdad.


   Compromiso: dedúcelo. Es fácil.


jueves, 24 de mayo de 2018

Solemnidad de la Santísima Trinidad. Ciclo B. 27-5-2018. Mateo 28,16-20

   Celebramos hoy el día de la Santísima Trinidad. La revelación, es decir la Biblia, no nos proporciona una información precisa sobre el ser de Dios. Se nos dice que Dios es incomprensible para nosotros. En efecto, la lengua humana, por mucho que se esfuerce, no puede expresar lo que es Dios. Pero sí podemos experimentar su misterio, su amor hacia nosotros.

   Como texto bíblico para recordar y memorizar, se propone: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Se toma de la lectura evangélica.

   La primera lectura (Deuteronomio 4,32-34.39-40) nos presenta a Moisés hablando al pueblo sobre las excelencias de Dios. En la Biblia, las teofanías o manifestaciones de Dios se realizan a menudo mediante la presencia de fuego. Hoy día, Dios nos habla muchísimas veces al corazón.

   No en vano nos dice la segunda lectura (Carta de Pablo a los Romanos, 8,14-17) en su comienzo que los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Continúa explicando que el Espíritu de Dios y el nuestro están unidos de tal forma que dan un testimonio idéntico, afirmando que somos hijos de Dios. Y de verdad que lo somos.

   El evangelio nos presenta a Jesús dando la última recomendación a los discípulos. Ocupa el lugar central la frase propuesta anteriormente para recordar y memorizar. El misterio insondable de Dios, en su manifestación de tres, es evidente. Y mediante formulaciones doctrinales es siempre imposible expresar lo que Dios es. Ante Dios, el silencio es el único medio que hace posible captar lo divino. La espiritualidad del silencio respetuoso, pero jamás un silencio que olvida. Un silencio atento a la escucha de lo que Dios te va enseñando en lo más hondo de tu corazón. Cuando eso sucede, estás haciendo oración de verdad. Esto vale para todos. No sólo para los monjes, sino también los que no lo son. Es más, todas las prácticas cristianas deben estar informadas por esta actitud de silencio y amor hacia Dios. El culto público y nuestras relaciones humanas también. Es un camino que nos introduce en el misterio insondable de Dios.

   Si estamos entrenados en el manejo de internet, busquemos "La Trinidad del Antiguo Testamento", del pintor ruso del siglo XV Andrei Rublev, que se ha convertido en imagen arquetípica de lo divino en el mundo ortodoxo. Es un icono basado en el relato de Abraham y los tres extranjeros. Si vemos el icono en buen color y con una acertada explicación es maravilloso. En él nos aparece toda la dulzura y misteriosa profundidad de Dios Trinidad. El icono sugiere que los cristianos podemos experimentar la verdad de la Trinidad en la liturgia eucarística, en la comunión con Dios y entre sí, y en una vida de compasión y de caridad.

   Aprovechémonos de internet para acercarnos a Dios.


   Compromiso: aprendamos a disfrutar con Dios en el silencio.


jueves, 17 de mayo de 2018

Solemnidad de Pentecostés. Ciclo B. 20-5-2018. Juan 20,19-23



   Celebramos hoy la donación del Espíritu Santo a todos los discípulos del Señor a través de todos los tiempos. No sólo a los Apóstoles y discípulos primeros, sino a todos los creyentes. Debemos abrirnos a la realidad de Dios en nosotros, a su presencia muy cercana a nosotros. Debemos sentirlo y palparlo.

   Como frase para memorizar se propone: “a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común” (se toma de la segunda lectura).

   La primera lectura es de Hechos de los Apóstoles (2,1-11). Nos habla de la venida del Espíritu Santo en lenguas de fuego, no sólo sobre los Apóstoles, sino sobre los primerísimos discípulos. El hecho está descrito con un trasfondo judío propio de la época. En efecto, entre los judíos rabinos usaban la palabra Espíritu para expresar su fuerte experiencia de Dios. Así, está descrito que un día, cuando Rabí Yojanán estudiaba la Biblia con sus alumnos, el Espíritu Santo pareció descender sobre ellos en la forma de un fuego y un viento impetuoso. Era una fuerte experiencia mística de Dios. Imaginémonos las vivencias que tendrían los apóstoles y su ambiente de oración.

   La segunda lectura (1 Corintios 12,3b-7.12-13) nos hace meditar sobre dos verdades fundamentales. Afirma que nadie puede decir “Jesús es el Señor” sino por el Espíritu Santo. En efecto, afirmar que Jesús es el Señor, con sentido espiritual profundo e íntimo, sólo es posible si experimentamos vivamente la presencia de Dios, como decían los judíos de Shekhinah. Los primeros cristianos judíos usaban esta palabra para describir la presencia de Dios en ellos, que les permitía comprender el significado más profundo de la misión de Jesús. Como dice esta lectura, todos bebemos de un sólo Espíritu. Y por eso formamos un sólo cuerpo, con Cristo a la cabeza.

   El evangelio nos dice que los discípulos, es decir los apóstoles y otros seguidores de Jesús, estaban en una casa con las puertas bien atrancadas, osea con unas trancas atravesadas lado a lado. Jesús se puso en medio de ellos, habiendo entrado como si fuese un espíritu. Con toda seguridad los discípulos celebraban la Eucaristía. Jesús les desea profundamente la paz. Te la está deseando a ti y a mi. Paz profunda, aunque tengamos que estar atrancados por temor a quien sea. Y termina esta visita de Jesús diciendo a todos, a los que eran apóstoles y a los que sólo somos discípulos: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Nos lo dice a todos los discípulos, apóstoles y no apóstoles. Y así lo entendió la más primitiva iglesia. Era el perdonarse unos a otros, y tener la seguridad de que Dios nos perdona de verdad. La confesión tal como la entendemos hoy día, ante un sacerdote, no es un mandamiento de Jesús. En tiempos del concilio Vaticano II se ensayaron otras formas de perdón de los pecados, sin tener que decirlos a un confesor, pero la jerarquía eclesiástica se apresuró a prohibirlas saltando por encima de Jesús de Nazaret y de lo que nos enseña la historia. Saltando por encima de lo que nos enseña el Nuevo Testamento. Hemos olvidado que quizás lo que nos dicen los oficinistas del Vaticano no es lo que siente y desea el sencillo pueblo cristiano, es decir, la Iglesia.


   Compromiso: pide perdón a Dios, arrepiéntete con sinceridad y siéntete perdonado de verdad. Y comulga, confiando en Jesús, el Señor.

sábado, 12 de mayo de 2018

VII Domingo de Pascua. Ciclo B. 13-5-2018. Ascensión. Marcos 16,15-20

   Las lecturas de este domingo nos introducen en la grandeza de las vivencias espirituales que nos aporta Cristo con el don del Espíritu Santo. No basta decirlas, no es suficiente escucharlas, hay que vivirlas, experimentarlas, saborearlas.

   Como texto para memorizar, se propone: "Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo" (Hechos de los Apóstoles).

   La primera lectura se toma de Hechos de los Apóstoles (1,1-11). En ella vemos que Jesús es movido por el Espíritu Santo, que nosotros seremos bautizados con Espíritu Santo, que recibiremos la fuerza del Espíritu Santo. Esta es la enseñanza fundamental de hoy. Los primeros cristianos eran judíos, y como los rabinos, experimentaban el Espíritu Santo, la presencia inminente de Dios, como una fuerza tangible, eficaz y electrizante. Podemos preguntarnos: ¿los cristianos de hoy vivimos la presencia de Dios entre nosotros, en grupo e individualmente? ¿Manifestamos el Espíritu Santo que llevamos dentro? ¿Somos testigos de Jesús?

   La segunda lectura es de la carta a los Efesios (1,17-23). Hace referencia a la gran fuerza que Dios desplegó en Jesucristo, resucitándolo y sentándolo junto a sí en el cielo, a la vez que lo estableció como Cabeza de la Iglesia. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos. Así debemos concebir la Iglesia, con Cristo como cabeza. Acostumbrémonos a esta forma de pensar. Por todos nosotros fluye el Espíritu Santo. Formamos un solo cuerpo con Él.

   El evangelio de hoy se resume en dos palabras: creer y señales. Dice Jesús: 2el que crea y se bautice, se salvará; el que no crea se condenará". Credo significa "doy mi corazón". Originalmente significa "confianza, entrega, compromiso, implicación". Por lo tanto, el que cree en Jesús es el que confía en él, se entrega a él, se implica con él, se compromete con él. No es la aceptación de una determinada fe. Lo principal es Jesús. La persona de Jesús. El contacto con Jesús es lo fundamental. Esto se comprueba fundamentalmente en el ecumenismo de sangre. Hoy son muchos los católicos, los anglicanos, lo evangélicos o protestantes, los ortodoxos, que han dado la vida, su sangre, por ser fieles al Jesús de Nazaret. Esos mártires confiaron en él, se entregaron a él, se implicaron con él, se comprometieron con él, llegando a las últimas consecuencias. Lo amaron de verdad, aunque no coincidían plenamente en la fe. Son santos canonizables.

   Hoy día, aunque las fuerzas conservadoras de la Iglesia se oponen a ello, es necesario avanzar con cierta urgencia y rapidez en un inspirado ecumenismo. En Alemania, favoreciendo a los matrimonios mixtos, es decir, de católico y protestante, se empieza a permitir que ambas partes comulguen juntos en la misma iglesia, sea católica o evangélica. Los conservadores se oponen, aún en España se levantan voces contra el papa Francisco, que no actúa prohibiendo lo que piensan que son desvíos de la sana doctrina, cuando en realidad se trata del amor a Jesús. Dos personas que están dispuestas a dar la vida por Cristo.


   Compromiso: tratar de comprender el ecumenismo de sangre.

 

miércoles, 2 de mayo de 2018

VI Domingo de Pascua. Ciclo B. 06/05/2018. Juan 15,9-17

   En la misa de hoy continúa la temática propia del tiempo Pascual: el Espíritu Santo y el amor. Dos temas que son la base de la santidad heroica y de cualquier grado. Porque todos podemos crecer en santidad si nos dejamos llevar por Dios. Y es nuestra obligación dejarnos llevar por él.

   Para memorizar, se propone: "¿se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?" (Hechos de los Apóstoles 10,47).

   La primera lectura es de Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48. Pedro manifiesta que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia. Recordemos aquel niño que le preguntó al Papa si su papá, que no creía en Dios, se habrá salvado. El Papa le contestó que sí porque era bueno.

   Respecto a la frase que se propone para memorizar, apliquémosla a la comunión eucarística. ¿Cómo se puede prohibir comulgar al que, arrepentido, se acerca a recibir la comunión sin confesar? Siento no poder recordar las palabras de algún Papa. Aparte de que Jesús no inventó la confesión.

   La segunda lectura se toma de 1 Juan 4, 7-10. Sólo nos habla del amor. Del amor a Dios y del amor de Dios a nosotros. El que no ama, no puede conocer a Dios. Es necesario conocer lo que es el amor para poder proyectarlo hacia Dios. Con un corazón de piedra no vamos a ninguna parte. Dios nos ama el primero. ¿Qué esperamos para empezar a amarlo de verdad? ¡Dile varias veces al día que lo amas!

   El evangelio continúa hablando del amor. Si practicamos el amor, la alegría de Jesús estará en nosotros y nuestra alegría llegará a plenitud. Este evangelio tiene una frase de verdadera actualidad. Se trata de: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por alguien". Dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica "Gaudete et Exsultate (nº 5)" que en los procesos de beatificación y canonización se tiene también en cuenta el haber ofrecido la propia vida por los demás, con tal que se mantenga dicho ofrecimiento hasta la hora de morir. Se supone de todos modos que haya fama de santidad y un ejercicio al menos en grado ordinario, de las virtudes cristianas. No se piden signos de heroicidad en el ejercicio de dichas virtudes. Esta ofrenda expresa una imitación ejemplar de Cristo y es digna de la admiración de los fieles. Recordemos, por ejemplo, a la beata María Gabriela Sagheddu, que ofreció su vida por la unión de los cristianos.

   Dice Jesús: "a vosotros os llamo amigos porque todo lo que he oído al Padre os lo he dado a conocer". Es decir, tenemos la experiencia de Dios. Experimentamos a Dios. Si no estamos radicalmente arraigados en la experiencia de Dios, no tenemos nada que decir a nuestros contemporáneos y nos sentiremos impotentes ante los desafíos de nuestro tiempo.

   El evangelio de este domingo se nos presenta muy lleno de profundas enseñanzas. Meditémoslo varias veces y en profundidad, no superficialmente.

   Compromiso:
   Lee este comentario y saca tú el compromiso. Pero hazlo de verdad.

 
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