lunes, 10 de agosto de 2009

Domingo XX del Tiempo Ordinario. 16/08/2009. Juan 6,51-58-

El evangelio de este domingo comienza con el versículo final del domingo anterior. Jesús, Dios entre nosostros, tiene ansiedad de darse al mundo,de entregarse a él, de ser pan que se come y nos da vida para siempre (v. 51).

Las palabras de Jesús ya no provocan una crítica, sino una disputa entre los mismos judíos que defendían la institución religiosa vigente. Para estos, el pan era la Ley, o sea una doctrina. Para Jesús, lo que dice es una realidad, debe ser comido para darnos vida. Juan, al escribir el evangelio de hoy, tiene en cuenta a su propia comunidad cristiana. En ella, se celebra la eucaristía, donde Jesús es comido.

Jesús da un paso más en su enseñanza. Por si quedan dudas, ya no dice: "El que come de este pan vivirá para siempre". Ahora, aclara que se trata de comer su carne y beber su sangre para adquirir la vida definitiva y resucitar el último día (v.v. 53-54).

"El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él (v.56)". Aceptar a Jesús y adherirse a él no es quedarse en lo externo. El no es simplemente un modelo a imitar. Asimilar a Jesús es interiorizarlo, es sintonizar con él. Su experiencia de amor se hace nuestra propia experiencia de amor. Por esta razón, nosotros habitamos en él y él habita en nosotros.

Y también ahora, Jesús da un paso más: "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí (v.57)". La misma vida interior de amor que existe entre Jesús y el Padre existe entre los discípulos y Jesús.

Retorna Jesús al tema del pan. El es el pan bajado del cielo. El auténtico pan, no como el maná. Al final de toda esta escena no se describe ninguna reacción de los judíos, lo que parece muy extraño. Es que el episodio está realmente dirigido a la comunidad de creyentes para dar sentido a la eucaristía. Como ya se dijo alguna vez, es propio del género literario llamado evangelio. En él, escenas de la comunidad cristiana se juntan a la misma vida de Jesús.

Práctica: recuerda este texto y si no comulgas con frecuencia, hazlo e interioriza cada vez más a Jesús.

 
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