martes, 5 de mayo de 2009

Domingo V de Pascua. 10/05/2009. Evangelio de Juan, 15, 1-8

Antes de la predicación de Jesús, la vid o viña era el símbolo de Israel como el pueblo de Dios. Pero, es típico del evangelio de Juan el tema de la sustitución. Ya al comienzo del mismo, si antes la Ley era la vida y la luz, ahora lo es Jesús. Al maná se contrapone el pan del cielo, también Jesús. Ahora, el verdadero pueblo de Dios lo construye Jesús: de él nace un nuevo pueblo, porque él es la verdadera vid.

Nosotros somos los sarmientos y si no damos fruto se nos corta. El pueblo de Jesús debe estar en continua expansión, porque ha de dar fruto. El espíritu de Jesús, que está en nosotros, es dinámico a través de nuestras actuaciones. Ese espíritu nos mueve suavemente a actuar. Cuando no respondemos a ese impulso, no producimos fruto y el Padre nos corta para tirarnos a la basura y secarnos en medio de la corrupción. Son las consecuencias de no querer servir para extender el reino de Dios, ni siquiera hablando de él con los demás.

Si, por el contrario, producimos fruto, Dios nos va limpiando o podando para que demos más y mejor.

Dice Jesús que los discípulos ya están limpios por las palabras o mensaje que les ha comunicado. Gracias a este mensaje, los que creyeron en Jesús dejaron la vida de injusticias de un ambiente corrompido y se adherieron a él. Quedaron limpios de pecado y fueron recibidos en la comunidad cristiana. Se unieron a la vid, a Jesús. Por este paso que dieron, sus pecados fueron todos perdonados. Se perdonaron, sin más, porque siguieron a Jesús, es decir, por el mensaje que él les había predicado. Esta es la limpieza inicial. Luego, va llegando la poda para que el crecimiento y los frutos sigan. No podemos quedarnos improductivos cuando se trata de extender el reino de Dios. Y no se trata sólo de rezar. Hay que rezar y trabajar. Las dos cosas tienen que ir unidas. Viene a ser lo que dice el versículo 4. Un sarmiento no da fruto de por sí, necesita de la savia que le va de la vid.

En los versículos anteriores, Jesús hablaba de dar fruto. Pero, en el versículo 5 se habla de dar mucho fruto. Cuando en otro pasaje de Juan se menciona el grano de trigo, se dice que produce el ciento por uno. Hay que trabajar por el reino de Dios y extenderlo, si no es en proporción geométrica, por lo menos en la aritmética. Pero, ¿nos atrevemos a hablar de Dios, de Jesucristo? ¡Sin embargo, de deporte o de otras cosas vaya si nos atrevemos!.

Si somos fieles a las palabras o exigencias de Jesús, podemos pedir que se produzca fruto en aquello en que trabajamos para extender su reino. Pero, es necesario estar adherido a la persona de Jesús y a su mensaje. Sin ocultarlo. O mejor, poniéndolo de manifiesto.

Parece que una buena exégesis indica que el último versículo del evangelio de hoy se refiere a los cristianos que vivían unos cuantos años después de la resurrección y ascensión del Señor. Ellos dan mucho fruto y, con ello, recibe gloria nuestro padre Dios. Recordemos que el evangelio de Juan es tardío, es el último que se escribe.

Reflexiones:
Estamos muy acostumbrados a disociar los textos bíblicos referidos a un mismo autor. Es decir, a interpretarlos aislada o sesgadamente. Ante el evangelio de hoy, podemos preguntarnos: ¿Quién es la vid, Jesús o la jerarquía? La jerarquía ¿es la vid a la que se debe obedecer siempre? ¿Debemos estar de acuerdo con la vid o con los sarmientos? ¿Algún sarmiento puede suplantar la vid?

 
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