lunes, 1 de diciembre de 2014

II Domingo de Adviento. Ciclo B. 7/12/214. Marcos 1, 1-8

   Este domingo nos llama a preparar nuestros corazones para recordar el nacimiento de Jesús. Es un hito en la historia que bien merece que el mundo lo tenga presenta, pero que además, nos trae realmente la vida y la fuerza del Espíritu Santo. Nos trae una vida interior maravillosa, que es realidad y no pura sugestión. Por eso, la primera lectura, tomada de Isaías (40, 1-5. 9-11), nos manda hablar al corazón del pueblo. Es la consigna del papa Francisco. Salir del templo y hablar de Dios a la gente. Debemos aprender a sacar en una conversación el tema de las cosas de Dios y hablar de ello, como se puede hablar de cualquier otro asunto. En el Adviento debemos preparar el camino al Señor. Nos lo pide esta lectura: súbete a lo alto del monte, alza con fuerza la voz y proclama: aquí está vuestro Dios.

   La segunda lectura (2ª carta de Pedro, 3, 8-14) nos traslada a la segunda venida de Cristo. Empieza afirmando que Dios está fuera del tiempo pues "para el Señor un día es como mil años y mil años son como un día". No obstante, para nosotros, el día de la vuelta del Señor llegará como un ladrón. Esa vuelta, Pedro la describe literalmente, con el género llamado apocalíptico. Es una forma que no se puede tomar al pie de la letra. Afirma simbólicamente la desintegración de todo, del firmamento y de la tierra. Sea como sea, debemos confiar siempre en la promesas del Señor y estar en paz con Dios.

   El primer evangelio que se escribe es el de Marcos y, hoy, leemos su comienzo. Insiste en la idea de la primera lectura: "Preparad el camino al Señor". Que se conviertan y se bauticen para que se les perdonen los pecados. Es lo que predicaba Juan en el desierto, anunciando a la vez la llegada de Jesús, del que afirma: "Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará  con Espíritu Santo". Aquí radica de verdad la fuerza de Jesús, la fuerza del evangelio. Por el bautismo que nos trae Jesús se nos comunica el Espíritu Santo, la vida divina. Es un misterio y una maravillosa realidad, pero que sólo sabe captarla la persona que tiene vida de oración. Como dice San Pablo, sólo los espirituales entienden las cosas espirituales.

   La vida del Espíritu es una verdadera realidad, pero que sólo es comprendida y realizada por y para aquellos que han entrado en esa dimensión a través de la fe en Jesús. Preparar el camino del Señor, siempre y en este Adviento, es adentrarse en esta vida del Espíritu y esto se hace por la fe y el amor a Jesús a través de la oración y la entrega.

   Compromiso:
   Si me he sentido alguna vez cerca de Dios en mi vida de oración, comprometerme a volver a esa situación con la ayuda de Dios.

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