martes, 23 de octubre de 2018

XXX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 28/10/2018. Marcos 10, 46-52

   Las lecturas de este domingo nos dejan algo perplejos pues no se ve un hilo conductor que las relacione. Sin embargo, la lección que nos da cada una, es una lección maravillosa, como todas las que Dios nos da. Recordaremos durante toda la semana, la frase de Jesús: "Anda, tu fe te ha salvado". Se trata de una fe en Jesús, de una fe profunda, espiritual, de echarse en sus brazos cuando la vida nos sonríe, como cuando no. Estamos siempre en los brazos de Dios, en las alegrías y en las penas, siempre. Y que, a menudo, nos sirva de verdadera oración.

   La primera lectura es de Jeremías (31, 7-9). Se relata en ella la vuelta del destierro a Babilonia. El Señor vuelve a reunir a su pueblo en su patria, de donde habían tenido que marchar. Aunque parezca mentira, el Señor ha estado siempre con su pueblo. Y el Señor los consuela en todo momento, aún cuando parezca que se olvida de ellos. El que se echa en los brazos de Dios, con fe, sabe captar que Dios está siempre a su lado, en las alegrías y en las penas, en todo momento, en lo más profundo de su alma.

   La segunda, ya del Nuevo Testamento, se encuentra en la carta a los Hebreos (5, 1-6). La parte central de esta lectura se encuentra donde dice que el sacerdote: "también tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados como por los del pueblo, ya que también él está sujeto a debilidad".

   Respecto al evangelio, los expertos dan varias razones por las que se ve que Bartimeo no existió sino que es un personaje representativo. Tiene pues un sentido figurado. Sea como sea, la figura del ciego describe la situación en que se encuentran los discípulos o primeros cristianos del tiempo en que escribe Marcos. Los que vivían por el año 70. Un grupo de ellos seguía con una concepción mesiánica propia de los judíos. Era una parte de los judíos cristianos sobre todo. El ciego y mendigo describe la falta de desarrollo humano por carecer de un criterio propio que sepa romper con el criterio del judaísmo y aceptar el del cristianismo. Es decir, romper con una ideología de poder. Ya hemos visto, en otro domingo anterior, esta ideología en los discípulos de Santiago y Juan. Ellos desean gobernar y mandar. Estar uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús. Los Doce habían interpretado el mesianismo de Jesús al modo tradicional judío.

   Se presenta este relato como una manifestación de hoy día. Se dice que muchos conminaban al ciego para que guardara silencio. El verbo conminar lo usaba Jesús para expulsar los espíritus inmundos. La llamada de muchos para que el ciego guardara silencio, para que no se extienda su modo de pensar. Al final, el ciego ya no llama a Jesús "Hijo de David" recordando al rey guerrero. Lo llama Rabbouní (Señor mío) designando a Jesús con un título que se daba a Dios mismo y a nadie más. Las palabras "Márchate, tu fe te ha salvado" insinúan una salvación mayor que la liberación de la ceguera. Es la comunicación del Espíritu. Ahora, todos los discípulos están en la onda de Jesús y pueden empezar a seguirlo. Pero, hay algo que alcanza a los cristianos de hoy. El ciego no era ciego de nacimiento pues recobra la vista. Había conocido a Jesús pero, después, se quedó junto al camino. Pero ahora, vuelve a seguirlo. Conversión maravillosa.

   Compromiso:
   Mira a ver de que tienes que convertirte y hazlo.

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