lunes, 21 de diciembre de 2020

Domigo de la Sagrada Familia.27-12-2020. Lucas 2-22-40.

   Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Y con ello, celebramos con misericordia y respecto a las muchas familias que nos rodean. Es una fiesta que llena de amor a la familia del niño Dios, y queremos que ese amor trascienda hacia los demás. 

   La primera lectura, se dirige al verdadero núcleo familiar, padre, madre e hijos. Se toma del libro bíblico llamado Eclesiástico, capítulo 3, versículos del 2-6 y 12-14.

   Algo verdaderamente muy importante es que el que honra a sus padres expía sus pecados y el que respeta, ama y quiere a su madre, acumula tesoros y por lo tanto expía también sus pecados. En verdad, el que ama a sus padres expía sus propios pecados. Se le perdonan los pecados. Lo dice la palabra de Dios, la propia Biblia. Y termina la lectura de hoy afirmando que la compasión hacia loa padres no será olvidada y les servirá a los hijos para reparar sus pecados. 

   La segunda lectura se toma de los Colosenses, 3,12-21. Podemos ver en esta lectura algo de lo que se habla pocas veces: lo místico. Si profundizamos en que "el amor es el vínculo de la unidad perfecta". ¡Qué podremos decir del amor a Dios que nos lleve a un gran vínculo de union con Él! ¿No sería de verdad unn gran regalo de ese Dios que tanto nos quiere? Esa preciosa gracia no la pidamos a Dios, que nos la regale si el quiere. Pero nosotros tratemos de amar cada vez más a Dios. Leamos muchas veces este trozo bíblico y otros que van en la misma línea. Empapémonos del amor a Dios que conlleva el amor al hermano.

   Leed y releed esta segunda lectura. El Señor nos ha perdonado. Perdonemos nosotros a los demás. Cantemos a Dios, muy amenudo, durante el día: nos servirá de oración...

   La tercera lectura, que llamamos evangelio, es de Lucas 2,22-40. Se trata de la presentación del niño Jesús en el templo. Recoge especialmente la intervención de dos personajes: Simeón y la prifetisa Ana. Simeón, coge en sus brazos a Jesús y afirma que una espada traspasará el alma de María, y le dice a Dios que ya puede dejarle morir en paz, pues ya ha visto al Salvador. También a nosotros nos llenan de alegría las fiestas de Jesús y de María. La profetisa Ana sólo había vivido siete años casada, y al quedar viuda se dedicaba a hacer sus oraciones y sacrificios para manifestar su amor a Dios. Vivió hasta los 84 años y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

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